La Comisión Ejecutiva del Comité Olímpico Internacional recomendó ayer (¡por fín!) a la asamblea olímpica reunida en Singapur la expulsión del búlgaro Ivan Slavkov, negro protagonista del scoop informativo que destapó la BBC justo hace ahora un año. A Slavkov le pillaron trapicheando con su voto por doscientos mil euros, una auténtica ganga. Este individuo también malversó fondos en los años noventa, pero entonces el COI –presidido por Juan Antonio Samaranch– prefirió mirar hacia otro lado y guarecerle de la lluvia de críticas bajo su paraguas mediático. Slavkov era yerno de Todor Jivkov, líder del Partido Comunista de Bulgaria, además de Doctor Honoris Causa de la Academia Nacional de los Deportes de Sofía, y una investigación a fondo no podría traerle más que problemas al movimiento olímpico.
Y al final ciento cuatro miembros del COI se pusieron manos a la obra para decidir si ponían o no ponían de patitas en la calle al tal Slavkov. La cosa tiene su guasa, no se vayan ustedes a creer: no le echaron nada más pillarle con el carrito del helado, no, sino que hubo que esperar todo un año para poder plantear la expulsión ante la asamblea. Lo mejor de todo es que, de los ciento cuatro miembros que podían votar, hubo doce que lo hicieron en contra de la expulsión. Afortunadamente, Slavkov no pudo votar el miércoles porque estaba suspendido a la espera de una decisión, pero sí lo hicieron, seguro, estos doce caballeros que, un año después de que la BBC pillara en pelotilla picada al búlgaro, no han querido darle ahora la puntilla. ¿Votarían por Londres? ¿Votarían por París?
El movimiento olímpico se demuestra andando, y ahora lo que hace falta es un coche escoba que vaya recogiendo toda la basura que se almacena delante del edificio olímpico sin que nadie mueva un dedo. Si Jacques Rogge quiere tener un mínimo de credibilidad de puertas hacia afuera (puesto que cada vez tiene menos apoyos de puertas hacia adentro) debería preocuparse menos del béisbol y del sóftbol, y vigilar un poquito más a esos doce zorros hambrientos entraron en su gallinero. Por cierto: ¿a qué espera el francófono para expulsar a Alberto de Mónaco tras su ridículo internacional del otro día? ¿O es que Alberto preguntó por boca de ganso?