El Gobierno Zapatero ha aprobado, en el primer consejo de ministros de julio, el plan de la vivienda para los cuatro próximos años. En ese plan aparece como gran cuestión estrella los tristemente famosos mini-pisos de la ministra Trujillo; una iniciativa criticada por la oposición y por los ciudadanos. Una propuesta más propia de un circo que de un Gobierno en un país de la Unión Europea.
Pero bueno, aquí nunca pasa nada. Aunque ciertamente, estamos descubriendo una nueva característica de este Gobierno: la terquedad. Después de predicar a los cuatro vientos que el Ejecutivo socialista iba a terminar con la especulación inmobiliaria e iba a construir no se sabe cuantos pisos en un tiempo record nos hemos encontrado con que el gran hallazgo de esta legislatura han sido los zulos-pisos de 30 metros cuadrados. Eso sí, unas cuevas del siglo XXI denominadas de las formas más variadas posibles. Hay que reconocer que la etiqueta inventada por la ministra Trujillo de "soluciones habitacionales" ha sido la más surrealista nunca vista.
Pero en fin, desde el punto de vista de ese famoso talante político nos quedamos con que la cacareada actitud de diálogo se traduce en una cabezonería sin límites y sin precedentes. Cuando Zapatero toma decisiones o da luz verde a las barbaridades de sus ministros ya no se baja del carro. No le valen las sugerencias de sus colaboradores, los consejos de algunos cercanos, las críticas de la oposición política o las quejas sonoras de los ciudadanos en la calle. No le importa nada. Para Zapatero el diálogo es no ceder ni reconocer los errores. Y de ahí no le mueve nadie.
Terquedad de un presidente. Zapatero gobierna para las minorías y desprecia a las mayorías. Ahora también se cree poseedor de la verdad absoluta y eso en política es el síntoma más claro de un final anticipado. Zapatero ha dicho que el mini-piso es la fórmula correcta y ya todo el mundo tiene que tragar. Eso se llama terquedad a granel. Lo demás son tonterías.