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Pactar con el diablo

Fue Mao quien asentó el principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Más vale que el PP se lo piense dos veces con José Bono. Maoísmo y centro-reformismo no casan nada bien.

Hay una teoría en las filas del Partido Popular según la cual sería muy bueno agudizar las contradicciones entre Rodríguez Zapatero y su ministro de defensa, José Bono. En parte, esa es la explicación de por qué en el último minuto el Grupo Parlamentario Popular retiró su enmienda a la totalidad sobre la Ley Orgánica de la Defensa Nacional. No se trataba tanto del consenso sobre una materia considerada tradicionalmente de Estado, cuanto salvar de una debacle pública al principal enemigo en casa de ZP.
 
El PP debía saber mejor con quién se jugaba los cuartos. No sólo al día siguiente Bono ordenaba construir una fragata que la Armada ni quiere ni necesita, con el único propósito de inclinar el voto en las elecciones gallegas hacia su partido, sino que se guardaba en el cajón de las sorpresas el cacareado accidente del Yak, accidente con el que seguir machacando al PP a través de su último ministro de defensa, Federico Trillo.
 
Pactar con el diablo no es necesario. Y menos si ese diablo lleva el nombre de José Bono. Federico Trillo posiblemente no fuera el mejor ministro de defensa de los últimos tiempos, preocupado equivocadamente más por su futuro personal que por las Fuerzas Armadas y, sobre todo, la defensa de España. Pero José Bono no puede atreverse a dar lecciones de preocuparse por los militares. Ni mucho menos. Es ministro de Defensa por accidente, porque su jefe de gobierno piensa que es el mejor destino para quemarlo políticamente; y para él, esa cartera es tan buena como cualquier otra que le permita seguir en la carrera de fondo hacia La Moncloa. Cualquiera que pregunte a los militares sobre la imagen de José Bono en las Fuerzas Armadas podrá comprobar el poco afecto que se le tiene.
 
El PP debía ser menos ingenuo y no dejarse engatusar ni por sus sueños tácticos, ni por los cánticos de Bono. La condena política que ha forzado en la Comisión de Defensa de Federico Trillo es una prueba más de su talante. Los populares se quieren creer que Bono ha sido incapaz de cumplir su pacto en la Ley de Defensa Nacional porque es una imposición de Zapatero. Es posible. Pero tan posible eso como que Bono no tenga palabra. Una persona que dice haber sido agredido por militantes del Partido Popular, pero cuya versión de los hechos está más que en disputa no puede ser un buen diablo.
 
Fue Mao quien asentó el principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Más vale que el PP se lo piense dos veces con José Bono. Maoísmo y centro-reformismo no casan nada bien.

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