Si no es la primera vez que cunden sospechas sobre la Comisión europea y sus ilustrísimos comisarios en cuanto a mordidas, comisiones ocultas, trampas y demás muestras de su vitalidad y buen proceder en asuntos de corrupción, que nunca concluyen ante los tribunales, dicho sea de paso, sí es la primera vez que los jueces y policías efectúan una pesquisa en el Ministerio de Economía y Finanzas francés y en el propio domicilio del ministro, Thierry Breton.
Vayamos por partes: las nuevas sospechas que se ciernen en torno a la Comisión y sus comisarios conciernen esta vez la OPA “hostil” que el grupo canadiense Alcam lanzó hace un par de años sobre Pechiney, famosa empresa francesa con un magnífico historial de desfalcos y mordidas que ilustraron los felices años del reino de Miterrand junto a otros escándalos. En esta ocasión, los canadienses consultaron a la anterior comisión para saber si un proyecto a fagocitar a Pechiney correspondía con las normas europeas sobre competencia. Esto, claro, alertó a ciertos comisarios que vieron la posibilidad de realizar sabrosas operaciones bursátiles, tan respetables como ilegales. El asunto está en manos de la Justicia, pero es de suponer que una vez más no pasará nada. Lo lamento, porque me hubiera gustado que resultaran pringados tanto Romano Prodi, como Pascal Lamy, que forman parte de mi larguísima lista negra. En el caso de Thierry Breton, las sospechas conciernen la empresa química Rhodia, de la que fue administrador antes de ser ministro y se basan en dos denuncias a la Justicia por “presentación de cuentas falsas, difusión de informaciones bursátiles falsas y embusteras, delito de iniciados”, y otras lindezas. Los acusadores son: Bernard Stern, que ha sido asesinado recientemente en Ginebra, y Hugues de Lasteyrie, el principal “acusador público”. Es prudente no anticiparse a las decisiones de la Justicia, pero confieso que me encantaría si Thierry Breton –como antes el moralista sociata Dominique Strauss-Kahn–, tuviera que dimitir de su cargo, por sospechas de corrupción, porque es un ministro impresentable.
Ser un buen ministro de Economía, hoy, en Francia, con el Gobierno actual, el Presidente actual y el “modelo social” actual, es algo tan sencillo como la cuadratura del círculo, desde luego, pero este Breton en recientes declaraciones, después de afirmar solemnemente que los franceses consumían más de lo que producían, y que el estado gastaba muchísimo más de lo que poseía, no propuso absolutamente nada, se limitó a proferir generalidades, como que había que trabajar más y gastar menos. En cambio, en una reciente entrevista por televisión le insultó a Blair, tratándole de mentiroso sobre la PAC, cuando quienes mienten son ellos, con lo cual se ha ganado puntos en el Eliseo, pero eso no sirve para reducir el paro, ni la abismal deuda pública. En cuanto a las medidas para fomentar el empleo, declarada prioridad de Dominique de Villepin y de su gobierno, son tan vacuas que apenas servirán para falsificar las estadísticas, y el “joker” del ministro del desempleo, Jean-Louis Borloo, se resume en aumentar considerablemente la domesticidad. ¿En qué mundo viven?