A Rodríguez Zapatero no parecen salirle bien los procesos electorales. Apostó por Kerry frente Bush y perdió; Schröder en Renania, y también perdió; apostó por Chirac con el referéndum sobre el tratado constitucional, y volvió a peder. Ahora esperaba que Ransafjani fuera el vencedor y no ha sido así.
Zapatero prefería a Ransafjani porque está empeñado en llevar adelante su propuesta de Alianza de Civilizaciones y para eso necesitaba que los padres de la criatura, el Irán de los ayatolás, le apoyara. Y para eso le era necesario un pragmático en el poder. Rodríguez Zapatero se equivocaba: ganara quien ganara, el vencedor sería el Líder supremo, Alí Jamenei, auténtico guardián de las esencias del fundamentalismo iraní, que era quien estaba detrás de ambos candidatos. Pero apostando por el derrotado, Zapatero ha vuelto a equivocarse. Mahmud Ahmadinejad es un radical que no se lo va a poner fácil, pues rechaza el diálogo con el occidente decadente y perverso, en el que los españoles nos encontramos.
No obstante, en la medida en que el gobierno socialista está emperrado en hacerse una foto con los representantes civilizacionales, en las escaleras de la Moncloa en algún momento después del verano, no hará lo que debería hacer: condenar las elecciones iraníes por su falta de libertad; al régimen actual en Irán, por su opresión y la actitud del recién elegido presidente, por su visión del papel de Irán en el mundo y de sus relaciones con occidente. Rodríguez Zapatero puede que busque el diálogo con el islamismo, pero en el caso del actual Irán se va a encontrar con alguien enfrente que cree y quiere el choque de civilizaciones.