Que explote una bomba en el aparcamiento del estadio Olímpico de Madrid a once días de que el COI resuelva que ciudad organizará los juegos de 2012 es, para el Gobierno, algo accesorio. Que, además, coincida con la toma de posesión del Lehendakari en Guernica no tiene la menor importancia. Y que, por último, un arañazo semejante se produzca en la misma semana en que la Audiencia Nacional ha regalado un valiosísimo balón de oxígeno a la ETA es simple casualidad. En este nuevo tiempo político abierto por Zapatero los ritmos los marca la ETA dosificando el terror en pequeñas cápsulas para ir abonando un terreno que el Gobierno se ha encargado ya de allanar.
No nos cansaremos de repetirlo; el único lenguaje que conoce la ETA es el de las bombas, los tiros en la nuca y los secuestros. Es, por añadidura, el único que ha practicado de manera intensiva a lo largo de sus cuatro décadas de existencia y el que considera que le llevará a la victoria final. Quien lo ignora paga las consecuencias o, mejor dicho, hace pagar a toda la Nación su irresponsabilidad. Seis meses lleva el Gobierno tendiendo la mano a los terroristas. Ha permitido que en el País Vasco Batasuna vuelva a ser legalizada a través de un partido pantalla, ilustres miembros del PSOE se han reunido con batasunos de renombre, y el Congreso de los diputados ha tenido que aguantar la humillación de ver como de la cámara salía un plácet para negociar con la banda. A cambio, la ETA, ha puesto bombas. En Madrid, en Vizcaya, en Zaragoza y allá donde ha tenido la menor oportunidad de hacerse notar, es decir, de enviar su mensaje del único modo que conoce.
El mensaje de ayer por la tarde, no obstante, tiene dos destinatarios. Por un lado el Gobierno de Zapatero. Quieren que el presidente no se olvide que ellos siguen ahí, que pueden matar y que pueden hacerlo donde quieran y cuando quieran. Por de pronto han puesto muy cuesta arriba la candidatura de Madrid 2012 en su tramo final. Si la capital no resulta elegida como organizadora de la Olimpiada la ETA habrá tenido que ver en ello, y los madrileños deben saberlo. Por otro, la bomba de La Peineta es un aviso a Juan José Ibarretxe, recién elegido Lehendakari gracias a los votos de ese apaño neobatasuno que ya ni siquiera atiende a las siglas con las que se presentó a las elecciones de abril.
Lo más triste de esta lamentable situación es que se ha llegado hasta aquí por voluntad expresa del Gobierno. Hasta la llegada al poder de Zapatero la ETA languidecía acorralada y sin esperanzas de que su voz fuese escuchada. Como en tantas otras cosas, el 14-M lo cambió todo para peor. Con la banda casi rendida y con la causa que representa desprestigiada hasta el extremo Zapatero se las ha ingeniado para darle la vuelta y conseguir en tiempo récord que las demandas de los terroristas no sólo sean escuchadas sino que exista una probabilidad muy alta de que sean atendidas. A día de hoy en eso consiste, esencialmente, la lucha antiterrorista del Gobierno; en permitir que la banda se rearme moralmente justo en el momento en que se encontraba más hundida.