El próximo lunes se terminará el recuento de las papeletas en las elecciones gallegas con la llegada de los votos de los emigrantes. Hasta ahí la normalidad democrática. El problema surge cuando a estas alturas de la semana existen dudas y certezas sobre las sacas de correos que han servido para guardar los votos de la emigración en un país, Venezuela.
Qué curioso, por el momento no se han registrado problemas con las sacas de Argentina, Uruguay, México o Suiza. En esos países, la emigración gallega ha podido ejercer su derecho al voto, y esas papeletas ya están en Galicia. Pero, mire usted por donde, con las papeletas depositadas en Venezuela todo son datos contradictorios. Además, por el momento ha llegado un número bastante bajo de papeletas venezolanas para la circunscripción de Pontevedra. Lo único claro es que no hay nada claro. Y –como no– en medio de esta historia está de lleno el presidente Chávez.
En este momento existen serias dudas sobre el camino que han recorrido o están recorriendo esas sacas con las papeletas desde territorio venezolano. Se sabe que han estado en la Embajada o en la estafeta del aeropuerto de Caracas; pero eso no es suficiente. Hay demasiados interrogantes como para estar tranquilos. En primer lugar es públicamente conocida la alergia de Chávez a las formas democráticas; a nadie se le oculta la buena amistad de Zapatero y Bono con el presidente venezolano. Por otra parte, es sabido el inexplicable papel que el embajador-comisario Cortizo ha desarrollado en los distintos países americanos haciendo propaganda del Partido Socialista. En fin, demasiadas coincidencias que no se pueden dejar pasar cuando todo indica que los resultados finales pueden ser muy ajustados.
Por cierto, ¿qué pasaría sí al final el reparto del escaño de Pontevedra se decanta a favor del PSOE por muy pocos votos? ¿Y sí se descubre que se han quedado por el camino algunas sacas olvidadas? Es necesario que se siga esta historia muy de cerca desde las Instituciones oficiales gallegas. Ahora todo está más o menos tranquilo; pero el lunes puede ser de infarto. Y nadie se puede olvidar que Chávez, acostumbrado a las triquiñuelas políticas, no es de fiar. Nadie se puede chupar el dedo.