El problema no es Anxo Quintana, marxista leninista y nacionalista a ultranza en la región galaica. El problema tampoco es Carod Rovira, lunático antiespañol corroído por el odio y el matonismo político desde una Cataluña donde impera la censura y la corrupción. El problema es José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno del todavía reino de España que, ante la posibilidad de elegir como socios de viaje a aquellos que al final hacen siempre de tripas corazón en aras del interés general y le garantizan una gobernación en minoría pero estable en los asuntos vitales para el país, prefiere poner a la Nación contra las cuerdas con tal de enviar al Partido popular a la marginación y al ostracismo para dejarle fuera de juego de la política.
Zapatero ha elegido parapetarse tras el nacionalismo exacerbado, intolerante, insolidario y totalitario, al cual ha dado un protagonismo desproporcionado y de muy difícil vuelta atrás, para tras destrozar tres décadas de concordia nacional, de transición, de consenso constitucional y de cesiones de la derecha. Intenta aniquilarla por la vía de la provocación, el ataque indiscriminado a todos los valores de la España conservadora, moderna, católica y pacíficamente demócrata.
Así el PP apoyó a Zapatero ante el referéndum de la Constitución europea, rechazado después clamorosamente por franceses y holandeses. Aunque los socios de ZP le dejaron solo, el blanco de los ataques del Ejecutivo socialista sólo fue el partido de Mariano Rajoy. Lo mismo ha ocurrido con la mano tendida en la lucha contra el terrorismo, la política internacional y las otras grandes cuestiones internas del país.
Y es que, el problema es que estamos ante el presidente más radical, irresponsable, populista y manipulador de la democracia. Y que la derecha, en tromba, con su centro torneado incluido ha picado el anzuelo durante este primer año largo de gobierno y ha entrado a todos los trapos del bárbaro catalán regente de Perpiñán, del virrey vasco y ahora lo hace con el nuevo visionario gallego. Ese es el error. Convertir en culpables a quienes sólo son la excusa, el medio, el instrumento para destruir al PP.