La libertad derribó el Muro de Berlín, y apioló las obras completas de Lenin. Y el cientificismo de Marx, que algunos equiparaban con la palanca de Arquímedes o la teoría de la relatividad de Einstein, no pasó la inspección técnica de verdades científicas. La izquierda planetaria –y no hablo de la ministra Calvo- no se dio por enterada. En lugar de revisar, o abandonar, el socialismo, como indicó Revel, señalaron al liberalismo como el gran problema, y tacharon de enemigos de la democracia a los que lucharon contra los totalitarismos.
“¿No es posible la utopía?”, se preguntaron azorados. Y aparecieron los nuevos movimientos sociales para sustituir al socialismo muerto: ecologistas, feministas, antiglobalización y castristas vacacionales. Porque la izquierda nunca pierde. Si algo sale mal se debe a las causas objetivas, las estructuras o la derecha acechante.
El fin del “socialismo real”, de corte camboyano, no desesperanzó a la izquierda europea. El capitalismo y la democracia liberal no podían ser las fórmulas más efectivas para que el individuo lograra la prosperidad y la felicidad. Creer esto era defender el “pensamiento único”; un fantasma contra el que escribieron algunos, qué curioso, una vez que desaparecieron aquellos sistemas políticos que sí tenían un pensamiento oficial y obligatorio.
No toda la izquierda evolucionó igual. El laborismo británico de Blair anunció una solución: la Tercera Vía. No era nada original, pero sí inteligente. Viejos discursos socialdemócratas, junto a recetas liberales que permitieran la prosperidad de la sociedad. El socialismo francés, una vez que superó la muerte de Mitterrand, primero, y luego la verdad sobre su persona, no articuló un proyecto duradero. El alemán recurrió a la alianza con los verdes, y llevó al país a la recesión. El PSOE quedó manchado por la corrupción y el terrorismo de Estado. La utopía socialista no podía acabar así.
El socialismo de Zapatero, consciente de esto, ha ido directamente a las fuentes para conseguir la utopía. Ha resucitado a Federico Engels, el partenaire de Marx, y su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Son estos los tres pilares que, en su opinión, favorecen la alienación del hombre, la explotación, las contradicciones de clase,…
El gobierno socialista ha empezado por el Estado. Se ha aliado con aquellos que pretenden la destrucción del Estado español, y la reelaboración de la Constitución de 1978 para eliminar la nación española como sujeto. La reorganización del Estado de las Autonomías, un tema tan querido por quienes no lo quieren, no es más que el debilitamiento del aparato estatal, su práctica desaparición en ciertos territorios. Si la presencia interior del Estado se desea casi nula, no es menos la exterior. El repliegue de las tropas de Irak es el símbolo del retroceso de España en el orden internacional, su empequeñecimiento, la nada. Ya lo dijo Moratinos, España no es pro saharaui, ni pro marroquí, ni pro argelina, no es nada.
El otro pilar es la familia, el matrimonio burgués, del que desprecian su concepto, importancia y naturaleza, y ansían vaciarlo de contenido para que desaparezca su sentido histórico, alienador, machista y reaccionario. Y así estará más cerca la utopía socialista. Y desatienden las protestas callejeras, los manifiestos, los tres millones de firmas para que se respete la educación religiosa, las razones aludidas por Academias o por el Consejo de Estado. Porque una utopía totalitaria sueña con ordenar la sociedad para perpetuarse en el poder.