Es bien sabido que los directores de los servicios secretos no escriben sus discursos. O no tienen tiempo o les falta la capacidad narrativa. Pero esa es la verdad. Alberto Sáiz, el actual director del CNI nombrado por José Bono en premio a su lealtad personal hacia él, habida cuenta que el único mérito para hacerse con tal cargo le viene de ser parte del llamado “equipo manchego” que aterrizó en Madrid tras el nombramiento de Bono, no es diferente en esto.
Cuando su designación como director del servicio secreto español, su jefe, el ministro Bono, alabó su persona describiéndole como un hombre discreto. De ser así, alguien le habría dicho a Sáiz que podía dejar de serlo y que se lanzase a decir lo que ha dicho en Toledo, en el marco de un seminario de la Asociación de Periodistas Europeos, con Miguel Ángel Aguilar a la cabeza y la subvención del ministerio de defensa. Sáiz dijo en Toledo que los políticos no habían escuchado a los servicios de inteligencia y que si lo hubieran hecho, se habría evitado no sólo el 11-M en Madrid, sino el 11-S en los Estados Unidos. Alberto Sáiz no sólo contradice y cuestiona todos los informes oficiales y parlamentarios realizados al respecto en Norteamérica, sino que pone en cuestión la información que se conoce públicamente sobre la evaluación que hizo el CNI de los ataques del 11-M.
A Alberto Sáiz le ha escrito su guión alguien. Dos son las posibilidades: que responda a la pluma de uno de sus colaboradores internos del CNI y que, por lo tanto, responda al deseo corporativo de no cargar con la responsabilidad de no haberse enterado de lo que se estaba tramando, percepción ampliamente extendida hoy en España y, por lo tanto, que todo se resuelva en un burdo intento de mejora de imagen institucional; o que su conferencia viniera dictada por instancias externas al CNI, políticas, que consideraran un excelente momento el final de los trabajos de la comisión parlamentaria sobre el 11-M para soltar una andanada más contra el PP. Ninguna de las dos hipótesis justifica las afirmaciones del responsable máximo de la inteligencia española.