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Pablo Molina

El cortijo del tío Tom

Ahora acusan al compañero Tom de amonestar a un empleado por escuchar a terroristas y criminales. Pero vamos a ver ¿No es esa precisamente la actitud que preconiza el partido de su jefe?

Del paso de Tom Martín Benítez por los telediarios de TVE, nos queda el recuerdo de la curiosa expresión de pasmo con la que esperaba la entrada de las imágenes que completaban cada noticia. Curiosamente, poco más se puede destacar del personaje y eso que la estancia de Tom en la cadena pública coincidió con la etapa más apasionante de la casa en materia informativa, la primera mitad de los años noventa, cuando España entera ardía en la hoguera de la corrupción felipista y ciertos asuntillos tangenciales sobre el uso profiláctico de las “alcantarillas del estado de derecho” (González pixie) estallaban a diario en las terminales mediáticas del sindicato del crimen, que es como los jefes de Martín Benítez se referían a los rescoldos de libertad de prensa que subsistían, rebeldes, tras una década larga de socialismo integral.
 
Pero a pesar de haber asistido al espectáculo palpitante del clímax felipista desde una posición de privilegio, el compañero Tom demostró poseer un olfato periodístico más bien limitado, pues jamás sobrecogió a la audiencia con el descubrimiento de cualquiera de los miles de asuntos delictivos que colapsaban los juzgados de la Audiencia Nacional. La etapa de corrupción estatal más pavorosa de la Historia de España, las cloacas del estado de derecho vertiendo a diario los residuos de la política antiterrorista del PSOE disueltos en cal viva, cientos de asuntos como estos pasando diariamente por debajo de sus bigotes y el tipo seguía con su habitual expresión aturdida —remedo involuntario de la situación en la que se encontraba el resto de España— pues, al parecer, jamás llegó a sospechar que algo raro estaba sucediendo en los aledaños del poder.
 
Evacuado de la casa tras la llegada al poder del PP, justo a tiempo de preservar su acrisolada imparcialidad, el compañero Tom recaló, a pesar de sus escasas dotes para el periodismo de raza, en el aparato mediático de los hermanos Chaves, Manolo y Francis, Presidente de la Junta y Jefe de Seguridad de Canal Sur respectivamente, donde sigue puliendo las herramientas de su oficio en un clima de absoluta independencia. Allí, con el peíto (q.e.p.d.) y el cuñao, promocionados institucionalmente como referentes intelectuales del socialismo andaluz, Tom dirige varios programas de radio, incluido uno musical (¡!), continúa agrandando su leyenda —“Su bagaje profesional le hace ser reclamado por distintos foros y universidades de prestigio como profesor o impartiendo conferencias” reza su modesta reseña biográfica— y de paso contribuye a esmaltar el carácter de servicio público de la radiotelevisión andaluza, organizando debates en los que a veces incluso invitan a periodistas críticos con el PSOE (excepto a Arcadi Espada, pues la primera vez que fue invitado dejó en ridículo al equipo periodístico-socialista habitual, con gran descortesía por su parte).
 
Ahoraacusanal compañero Tom de amonestar a un empleado porescuchar a terroristas y criminales. Pero vamos a ver ¿No es esa precisamente la actitud que preconiza el partido de su jefe? ¿Acaso no es lo que el parlamento ha ordenado al ejecutivo socialista, dialogar con terroristas y criminales? Si el pobreseguratano hacía más que seguir escrupulosamente las consignas dela PSOE, ¿Por qué lo sancionan, cuando deberían nombrarlo tertuliano orgánico en reconocimiento a su celo profesional? A los socialistas no hay quien los entienda.

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