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Cristina Losada

No sólo la derecha

La manifestación, se ha dicho ya, demostró que las víctimas del terrorismo no están solas, y que la derecha puede, si quiere, movilizarse

Esta vez no han podido resolverlo con tanta facilidad como en enero. A aquella primera manifestación de la AVT le pusieron la etiqueta de extrema derecha. Más aún, de “genuino acto fascista de exaltación de la violencia”, por decirlo en palabras de un dirigente socialista, que también tildaba de “gentuza” y “basura hitleriana” a los que asistían a los funerales de los asesinados por ETA en los tiempos en que era ministro. Las tres Bes, Blanco, Bono y Belloch, repartieron entonces las peores descalificaciones. Con cerca de un millón de personas en la calle, la cúpula gobernante ha tenido que morderse un poco la lengua y trabajar algo más.
 
Y el trabajo empezó antes. Trataron de darle una estocada al 4-J con Savater, dijeron que era un acto de rebeldía contra el parlamento y que era fruto de la manipulación de las víctimas por el PP. Méndez, el que en enero ordenaba detenciones para dar gusto al gobierno, se encargó de declararla de alto riesgo y poner trabas. A anónimos servidores del poder les tocó hacerles la pascua a los que llegaban en coche, en autobús y hasta en metro. Una comisaría, al menos, hizo sus pinitos intimidatorios. Zetapé se fue aprisa y corriendo a ver a la Guardia Civil a proclamar aquello que desmiente con sus actos. Y las teles oficiales y las privadas remataron la faena. Esta vez, los insultos han corrido a cargo de la escuadrilla auxiliar. Los buques insignia se hicieron submarinos para lanzar torpedos.
 
Pero los menos tontos de entre ellos deben saber la verdad. Una realidad que no se mide sólo en números, que también, y que no reflejaron ni los informativos de televisión ni las crónicas de los diarios de mayor tirada. Pues aquella no fue una cita de chicos de Lacoste, tercera edad bien peinada ni ningún otro gastado prototipo de la gente de derechas. Estaban los de pelo engominado y también los melenudos, los formales y los de camiseta rockera, los capitalinos y los provincianos, las de bolso y las de mochila, y junto a los que iban a pie, los que iban en bici, por citar solo algunos de los contrastes.
 
Era, en suma, el 4-J, un microcosmos de la sociedad española. Un grupo humano tan variado como el que discurre en hora punta por el centro de cualquier ciudad importante. Un grupo en el que hay gente de derechas, sí, pero también gente que no se pone etiquetas. Era eso que tanto le gusta decir a Zetapé: la ciudadanía. La cúspide de un movimiento de opinión que no acepta los tratos del gobierno con la ETA ni traga los embustes con los que se pretende hipnotizar a los incautos. La manifestación, se ha dicho ya, demostró que las víctimas del terrorismo no están solas, y que la derecha puede, si quiere, movilizarse. Pero ha mostrado algo más: no sólo la derecha apoya la causa de las víctimas contra la negociación. Ya no lo tienen tan fácil los maquilladores de turno. A ZP lo hancalao. A ver qué se inventan.

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