Ni los más optimistas entre los convocantes de la manifestación, la AVT, soñaban con reunir una multitud tan gigantesca como la congregada en Madrid en respaldo a las víctimas del terrorismo y en rechazo a la política gubernamental de negociación con la ETA. Ni los más optimistas dentro del PP pensaban que su apuesta por la política de firmeza frente a la banda criminal y contra sus aliados tácitos o expresos, entre los que figuran los separatistas de toda la vida, los comunistas de casi siempre y los socialistas de ahora mismo, iba a tener, en una tarde madrileña de fin de semana y calor agobiante, un éxito de convocatoria tan abrumador. Por supuesto, la manifestación tendría el mismo valor si hubiera reunido a veinte mil personas, porque lo que defendía es moralmente impecable y políticamente razonable. Pero reunir a cerca de un millón de personas con el Gobierno y toda su batahola mediática en contra no supone sólo un extraordinario respaldo social e ideológico a la AVT sino que muestra la solidez y la amplitud del rechazo que en la sociedad española despierta la política de pacto con la ETA y sus cómplices de Perpiñán o Estella, y, en consecuencia, contra las víctimas y contra el PP.
Si el siniestro Peces Barba, la patética Pilar Manjón y este Gobierno de extrema izquierda que padecemos tuvieran el más elemental sentido de la dignidad, dimitirían de su cargo, dejarían de traicionar a las demás víctimas o abandonarían su cobarde política de claudicación ante el terrorismo y el separatismo. No lo harán, porque siguen el guión necio y criminal de quienes piensan que se puede volver la espalda a media España para que los terroristas de ETA les permitan tener más Poder por más tiempo. Estúpidos. Ni la ETA va a hacerles el trabajo limpio —lo suyo siempre será el trabajo sucio—, ni media España va a resignarse a seguir borreguilmente las consignas de la SER y el Pirulí. Parodiando a Churchill, puede decirse que han elegido la indignidad para mantener su comodidad. Ya chapotean en la indignidad pero no tendrán comodidad... ni dignidad.