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EDITORIAL

¿Escuchará Zapatero el clamor popular?

Zapatero no puede seguir escondiendo la cabeza como un avestruz ante lo que es un clamor ciudadano como el que él mismo denunciaba en la primavera de 2003

Hace poco más de dos años, con motivo de las movilizaciones contra la intervención aliada en Irak, un crecido Zapatero pedía con arrogancia al Gobierno de Aznar que hiciese caso al pueblo, que no desoyese el clamor de la calle, que no gobernase, en definitiva, contra los deseos de la mayoría de los ciudadanos. A pesar de la intensa campaña de agitación que tuvo lugar entonces, firmemente apoyada por una no menos intensa campaña de intoxicación mediática, el entonces presidente se hizo eco de aquella causa y España no participó en ninguna operación bélica. El Gobierno prestó su imagen en la foto de las Azores y se alineó diplomáticamente con británicos y norteamericanos por cuestiones de estrategia. Nada más. No hubo declaración de guerra, ni víctimas en combate, ni cadáveres repatriados. José Maria Aznar, en suma, prestó oídos a las manifestaciones y se encargó de que el concurso español en la guerra de Irak quedase limitado a ayuda humanitaria una vez declarado el alto el fuego.
 
La mayoría de medios y la ubicua propaganda izquierdista crearon la impresión de lo contrario, pero lo cierto es que, en aquellos días convulsos, el Gobierno se dejó guiar por el sentido común y por lo que se había visto y oído en las abarrotadas calles de España. La multitudinaria manifestación que tuvo lugar ayer en Madrid sólo tenía un objeto; enviar al Gobierno, esta vez al de Zapatero, un sencillo mensaje: No negocie con ETA, y, si lo hace, no lo haga en nuestro nombre. La cita, convocada por la AVT, ha conseguido reunir casi a un millón de personas en una marcha que, por sus mastodónticas dimensiones, quedó encajada en la calle Príncipe de Vergara, una de las principales arterias de la capital. El famoso quórum del millón de personas en la calle ha estado a punto de alcanzarse y, si no se ha conseguido, se ha debido sin duda a que el PSOE no se ha adherido a la iniciativa y a que ésta contaba desde el principio con la indiferencia –cuando no animadversión- de muchos, demasiados medios de comunicación que empezaron por ningunearla y han terminado por ignorarla.
 
Pese a todo, la manifestación del 4 de junio puede considerarse un éxito sin paliativos aunque el Gobierno y su maquinaria de desinformación hayan hecho todo lo posible por fingir que no ha existido. Hasta Madrid se han desplazado decenas de miles de españoles y otros tantos han apoyado la convocatoria desde sus hogares o a través del manifiesto “Memoria, Dignidad y  Justicia”. Zapatero no puede seguir escondiendo la cabeza como un avestruz ante lo que es un clamor ciudadano como el que él mismo denunciaba en la primavera de 2003. Tiene dos caminos: o perseverar en el error y mantener en su agenda el cambalache siniestro con los etarras; o recuperar la cordura y frenar en seco antes de que sea demasiado tarde.
 
Si hace lo segundo podremos afirmar con orgullo que el presidente del Gobierno ha escuchado a la ciudadanía. Si, en cambio, se decanta por lo primero, ha de saber que lo de ayer es sólo el principio, que una inmensa mayoría de españoles no están dispuestos a consentir que nuestras libertades, ganadas con tanto esfuerzo, sean puestas en almoneda por un presidente cobarde y entreguista. Un presidente que antepone su proyecto personal de eternizarse en el cargo a preservar el Estado de Derecho y la dignidad que nuestro país merece.       

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