Según informa The New York Times, el gobierno sirio ha realizado pruebas de lanzamiento de misiles, dentro de su conocido programa de desarrollo bajo tecnología norcoreana. Se trata, según el citado rotativo, de viejos Scud-b, con un radio de acción de 185 millas, y modernizados Scud-d, con un recorrido de hasta 435 millas. La mala fortuna, y la calidad tanto de los recursos humanos como de los medios tecnológicos, hizo que alguno cayera en suelo turco, con los inconvenientes diplomáticos imaginables entre dos países de consolidadas malas relaciones.
Desde luego, no es casual el momento elegido. Los baasistas sirios, a diferencia de sus colegas iraquíes, viven en la realidad. Son plenamente conscientes de que la ocupación del Líbano, su vínculo de colaboración con Irán, la instrumentalización de Hizbollah para desgastar a los israelíes en acciones directas o para formar a los grupos palestinos violentos, las facilidades concedidas a terroristas para establecer campos de entrenamiento, su política de apoyo a “la insurgencia” en Iraq para desestabilizar el proceso de reconstrucción en marcha, son razones más que suficientes para considerar un cambio de régimen en Damasco. Por esta razón, tuvieron el buen sentido de tratar de liberar presión retirándose del Líbano. Una retirada parcial, puesto que su red de inteligencia y su vínculo con determinados grupos políticos y terroristas sigue en pie.
Un paso como ése es una muestra de debilidad, que puede animar a los enemigos –Estados Unidos o Israel- a aumentar su presión. De ahí que Siria haga una pequeña, e incluso ridícula, manifestación de fuerza. El mensaje que se quiere enviar es que la pérdida del Líbano no quiere decir que estén dispuestos a nuevas concesiones y que se mantendrán firmes en el resto de los temas conflictivos.
El proceso de paz israelo-palestina colocará a los baasistas sirios en primer plano. Es muy probable que con la retirada israelí de Gaza; el incremento del poder político de Hamas, como resultado de las elecciones locales; y la incorporación de terroristas a las fuerzas de seguridad palestinas, como forma de anularlos ante la incapacidad de Abbas para perseguirlos y derrotarlos, nos encontremos con dos circunstancias poco alentadoras. En primer lugar, el rearme palestino permitirá que determinado armamento particularmente útil para la guerra de baja intensidad pase a los terroristas. En segundo lugar, el aumento de las acciones violentas ante una menor persecución.
Ante el incremento del terrorismo, los israelíes volverán a entrar en Gaza, si bien de forma esporádica, y el proceso de paz se resentirá. En ese previsible escenario de tensión la colaboración siria con los terroristas se convertirá en una provocación, que puede llevar a las fuerzas israelíes a realizar operaciones de castigo en territorio sirio, bien sobre campamentos de entrenamiento de los palestinos, bien sobre centros significativos de la inteligencia o de las fuerzas armadas nacionales. Siria es consciente y trata de disuadir al estado judío mediante la exhibición de sus capacidades.
La coincidencia en el tiempo de un incremento de la violencia en Palestina, una crisis del proceso diplomático para poner fin al programa nuclear iraní y posibles descubrimientos de colaboración siria con los violentos en Iraq colocarían al régimen de Damasco en una situación diplomática muy difícil. Lo saben y tratan de prepararse para sobrevivir.