Luis Palomino (Cádiz) aporta las varias denominaciones con que se suelen dirigir los adultos a los chicos. Un resumen:
Cádiz: quillo (de chiquillo), chavea, chavalín, chaval.
San Fernando (Cádiz): chacho (de muchacho).
Murcia: acho (de muchacho).
Canarias: yayo (de muyayo). [Supongo que es la “y” canaria, cercana a la “ch”].
Valencia: xiquet, xaval, sagal.
Norte: chavalote.
Don Luis acompaña un completo diccionario de expresiones típicamente gaditanas. Anoto algunas con sus equivalencias “finas” entre paréntesis:
─ dar un toque (= llamar por teléfono).
─ ¡qué pasa, pisha! (= hola ¿cómo estás?).
─ estar pillaísimo (= estar muy enamorado).
─ quedarse sobao (= dormirse profundamente).
─ ahora bajo (= tardaré en bajar).
─ ¡no ni ná! (= no en absoluto).
─ ¿te qué i yaa? (= estás equivocado).
Alejandro Sánchez Meroño (Valencia) informa que en su tierra dicen “tirar los trastos” o incluso “trastear” como equivalentes del arcaico “tirar (o echar) los tejos”. Equivale a una insinuación con el propósito de entablar una relación amorosa. Anotado queda para el imposible Diccionario digital de expresiones populares.
Jaime Escudero (Zaragoa) me pregunta por el origen de algunas expresiones. Cita: “poner los cuernos” (= faltar a la fidelidad conyugal), “romperse los cuernos” (= trabajar en forma agotadora), “liarse la manta a la cabeza” (= tomar una decisión arriesgada y precipitada). He buscado en el estupendo libro de José María Iribarren, El porqué de los dichos, pero no he encontrado respuesta. Alguna pista me la proporciona el libro de José Luis García Remiro, ¿Qué queremos decir cuando decimos…? Desde luego la asociación de “cuernos” con infidelidad sexual es antiquísima. Puede que sea una corrupción de cuco o cuclillo, el pájaro que pone los huevos en el nido de otro. O quizá se aluda a los cuernos del macho cabrío, al que se hace muy difícil controla los devaneos de su emparejamiento múltiple con las cabras. Para mí que el cuerno alude a la parte animal que los humanos llevamos con nosotros. Se supone que lo de la fidelidad conyugar no es una virtud de los (otros) animales, una presunción francamente etnocéntrica.
Asombra la riqueza y variedad de las expresiones populares. Me refiero a una tan mínima como el juego de llevar a los niños sobre los hombros de los adultos. Luis Sánchez (Nicaragua) informa que en Centroamérica esa práctica se llama “llevar a tuto”. Otras versiones:
Luis Palomino (Cádiz): “llevar a borriquito”.
María Remedios Moralejo (Aragón): “llevar a corderetas”.
Jaime Naifleisch (Argentina): “llevar a upa”, “llevar a babuchas”.
Jaime Lerner (Israel) (referido a la Argentina): “llevar a babucha”.
Ángel Luis Rodríguez (Cádiz): “llevar a burricán”.
José Luis Gómez (Barcelona) (referido a Soria): “llevar a anjón”.
Legaspi (Asturias): “llevar a recostillas”.
Claudio Verdú Egea (Murcia): “llevar a coscaletas”.
Francisco Pérez (Córdoba): “llevar en borombillos”.
Flavio (¿San Sebastián?): “llevar aúpas”, “llevar a reconcón” (en la espalda).