La entrevista que José Luis Rodríguez Zapatero ha concedido al canal argentino Telefé pone de manifiesto no sólo la insistente disposición de este gobierno a saltarse el Estado de Derecho con tal de obtener una tregua de ETA, sino la soltura y la tranquilidad con la que su presidente vuelve a recurrir a la manipulación y a la mentira, con tal de maquillar este gravísimo hecho.
Zapatero ha asegurado que “estamos ante una oportunidad como no hemos tenido nunca desde el regreso de la democracia que es el fin del terrorismo”. ¿En qué se basa el presidente para hacer semejante aseveración? ¿En el comunicado de ETA en el que la organización terrorista aseguraba haber pactado en Perpiñán con los socios independentistas del presidente de gobierno “la desestabilización del Estado Español”? ¿O tal vez se fija en las advertencias de un envalentonado Otegi en las que el proetarra insiste en que la “paz” pasa por la “resolución del conflicto vasco”? ¿Será que ZP ve esa histórica posibilidad del fin del terrorismo en los últimos atentados de ETA?
No contento con ver una oportunidad sin base alguna, Zapatero se ha vuelto a poner a “hablar en batasuno”, como ya le reprochó en una lúcida ocasión el principal líder de la oposición. “Es una hoja de ruta complicada que no se puede anticipar, lo más inconveniente es adelantar hipótesis”, ha tenido la desfachatez de contestar el presidente del gobierno al ser preguntado sobre una posible amnistía para los terroristas. Para que luego venga este mentiroso compulsivo a quejarse porque Rajoy le haya censurado su innegable disposición a “traicionar a los muertos”.
Cada vez que ante una pregunta tan sencilla, y al tiempo tan decisiva, como la que le han hecho sobre la aministía, no responda con un incondicional y rotundo “no”, Zapatero no hará otra cosa que traicionar la “dignidad, la memoria y la justicia” de las silenciadas víctimas del terrorismo, como bien se lo van a recordar este sábado en Madrid junto a decenas de miles de españoles.
Es más. Cada vez que este presidente, tan bien acogido en el “club de Perpiñán”, pone en duda el cierto cumplimiento íntegro de las penas, no hace más que acrecentar la incredulidad de los terroristas ante los costes que deberán soportar por sus nuevos atentados criminales, así como elevar la esperanza de que con ellos el Estado esté dispuesto a pagar más por su cese. No es sólo “por ellos”, por las víctimas, sino también “por nosotros”, por lo que nos debemos de oponer de raíz a lo que eufemística y nuevamente se ha llamado “el fin dialogado de la violencia”.
No contento con la utilización de expresiones tan caras al mundo terrorista, como esa otra de la “hoja de ruta”, que equiparan la lucha por la derrota del terrorismo con las mutuas cesiones de unos estados dispuestos a poner fin a un conflicto bélico, ZP habla de la “inconveniencia de adelantar hipótesis”, cuando ha sido él quien ha adelantado, y sometido a votación en el parlamento, su disposición a negociar -él dice “dialogar”- bajo la “hipótesis” de que ETA deje de perpetrar atentados.
Y, desde luego, ZP manipula descaradamente cuando dice que ETA “no puede pedir nada de política, ni cambiar un párrafo de una ley vigente” por que “las leyes las cambia el Parlamento”.
Evidentemente, cualquier precio político que se quiera pagar a ETA lo debería aprobar el Parlamento, pero eso no niega la infame disposición a pagar un precio político por la “paz”. Es más ZP, sin necesidad de “cambiar un solo párrafo”, por ejemplo de la Ley de Partidos, la ha dejado ya neutralizada para permitir que los proetarras puedan seguir disfrutando de representación parlamentaria y de una muy necesitada financiación pública. Otro tanto se podría decir del Pacto por las Libertades, aquel que vetaba cualquier negociación o colaboración política con los firmantes del pacto de Estella.
Vaya por delante, que no es descartable que ETA conceda una tregua, vista la insistencia con la que, desde las nadas sospechosas páginas de El País, el PSOE pone en valor tanto la disposición del gobierno de negociar con los proetarras la reforma del Estatuto de Guernica, como la ya comentada y confesa disposición a “dar salida a los presos”.
La cuestión es que, si por conseguir una nueva tregua de ETA, el gobierno está dispuesto a negociar con la izquierda abertzale, lo que “no tendrá marcha atrás”, no es el cese de la violencia, sino esa reforma política y esa debilitación del poder disuasorio de las penas, que nunca serán corregidas, porque nunca se reconocerá que, con ellas, se pretendía pagar no una tregua sino el cese definitivo de la violencia. Los recolectores nunca han devuelto las nueces tras ver que ETA vuelve a sacudir el árbol. Lo más que desde el Gobierno se dirá es que ETA ha hecho “trampa”, tratando así el gobierno de tapar lo mucho que se ha mentido y se ha pagado para que caigamos de nuevo en ella.