Los sucesos de hace unos días en la Universidad Carlos III, de los que fui involuntario protagonista, entran en una dinámica mucho más amplia emprendida por la actual dirección del PSOE y los nacionalistas, traducida en violencia callejera, amenazas y ataques a la libertad de expresión. Resulta ya interminable la lista de agresiones a personas y sedes de grupos democráticos organizadas por tales partidos o sus entornos. Agresiones acompañadas del embuste y la manipulación mediática, como, en este caso, ha quedado en evidencia en las declaraciones del rectorado y de asociaciones de la Carlos III como la llamada “Carlos Marx” (¿y por qué no “Adolf Hitler”?, Ambos han sido máximos exponentes de las doctrinas totalitarias). Se comprende bien al gran Gregorio Marañón: “Esa constante mentira comunista, que es lo más irritante de los rojos. Por no someterme a esa servidumbre estúpida de la credulidad es por lo que estoy contento de mi actitud”.
Debemos entender que están en juego valores tan elementales como la democracia y la unidad de España, puestos en peligro por un gobierno tan satisfactorio para los terroristas, los separatistas y diversos tiranos del Tercer Mundo. Y esos valores no son patrimonio de ningún partido. Atañen y deben movilizar a ciudadanos de muy diversas tendencias políticas.
En muchos lugares me hacen la misma pregunta: “¿Qué hacer contra este proceso, que parece a punto de destruir definitivamente las libertades en Vascongadas y se va extendiendo por todo el país?”. A mi juicio un excelente ejemplo de lo que se puede hacer nos lo ofrece la asociación liberal Unión Democrática Española, que me invitó a dar la conferencia en la Carlos III. Estos estudiantes no se limitan a quejarse pasivamente pues realizan, con recursos escasísimos, una actividad sostenida y eficaz, impidiendo a los totalitarios y demagogos convertir aquella universidad en coto cerrado suyo. Si en cada facultad de las universidades españolas hubiera una asociación así, el panorama cambiaría mucho. La experiencia demuestra que el griterío y la amenaza de los antidemócratas se vienen pronto abajo ante la réplica argumentada, tenaz y firme.