El Acuerdo de Perpiñán contra las Libertades y por el Terrorismo se asienta sobre dos premisas. La primera ordena proceder por la vía de urgencia a la voladura controlada de los cimientos jurídicos que mantienen en pie al Estado. La segunda exige a todas las partes contratantes no salir nunca de paseo sin llevar encima la Guía Campsa de Cataluña. Y, ayer, la vanguardia armada de esa cofradía de abajofirmantes que se propone demoler la Nación española volvió a acreditar que se puede confiar en su palabra. Porque demostró a quien lo dudara que sigue observando religiosamente todas las cláusulas del contrato; todas, incluido el requisito de que los gudaris memoricen en los manuales autonómicos de la ESO en qué punto de la carretera empieza la Franja d´Aragó y en qué escaño del Congreso termina el PSC.
Josu Ternera ha cumplido. Corresponde, pues, a sus socios no violar ahora ese mandato –el de la responsabilidad solidaria– que el Código de Comercio prevé para las sociedades en comandita. Y como “ahora” es hoy, cómplices explícitos, socios estratégicos, aliados objetivos, compañeros de viaje y tontos útiles –que haberlos, haylos– me van a tener que trabajar unas cuantas horas extras. Porque en la letra pequeña del contrato lo pone muy clarito: En los eventos que promueva la división de trabucaires y mascletàs, corresponderá a la retaguardia legal, institucional y respetable de la join venture la cobertura política, mediática y, si hiciera falta, también la filosófica de los festejos. Manos a la obra, entonces. A reventar las Xerox de las sedes con copias de lo último de Ussía en La Razón. Que lo estudien en seminarios de urgencia todos los compañeros y las compañeras de las agrupaciones. Que lo deletree Lorenzo Milá en su telediario. Que se envíe urgentemente por SMS a los simpatizantes y las simpatizantas. “Lo de Ussía. Pásalo”. Todos al tajo, que esto es para ya. Vamos, que el cronómetro de Josu ha echado a correr. Tic, tac, tic, tac…