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Juan Carlos Girauta

Atentados de manual

el modo de optimizar su posición, es atentar y atentar. Atentar con intensidad para subir su cotización como problema y revalorizar asimismo la tregua cuando llegue. Es de manual

Los últimos atentados de ETA responden de forma directa a un estímulo plenamente identificable: el absurdo y malhadado plan Zapatero para la claudicación. Un estado de derecho se caracteriza, entre otras cosas, por el imperio de la ley. Si este es el caso de España, entonces una organización criminal no puede recibir más respuesta que la persecución dentro de los cauces legales, hasta su derrota. Esos cauces que el PSOE viene ignorando, unas veces pasándose de la raya y otras quedándose corto.
 
Cuando un parlamento, a instancias del gobierno, lanza a una banda criminal el mensaje institucional, inequívoco, de que se la va a premiar tratándola de forma diferente al resto de delincuentes, poniéndola al mismo nivel que el Estado (es decir, rebajando a las instituciones al nivel de alcantarilla de los asesinos), convirtiéndola en interlocutora, entonces la mejor baza estratégica para los terroristas, el modo de optimizar su posición, es atentar y atentar. Atentar con intensidad para subir su cotización como problema y revalorizar asimismo la tregua cuando llegue. Es de manual.
 
En ese error estratégico de novato endiosado e ignorante estirado ha incurrido Zapatero. Ha creído a ETA, ha creído en esos mensajes negados y por fin reconocidos vía Savater. Siempre cree en el actor equivocado. Ha dejado de condenar sus atentados para no tener que admitir que su teoría de la tregua tácita era un error, una insensatez y una falsedad. Pero antes decretó el linchamiento preventivo del PP bajo la acusación de que le interesaba la existencia de ETA.
 
Silenciar sus actos, blanquear, conferir respetabilidad a los terroristas tiene estas cosas. El líder nacionalista Otegi dispuso ayer de muchos minutos de entrevista en la televisión pública catalana. Encabeza una organización tenida por terrorista en EEUU y en Europa este hombre tan respetable, cuya mano estrecharían encantados unos cuantos funcionarios antes y después de oírle decir que él entiende que las víctimas estén cabreadas. No avisó de las mochilas bomba que la banda nacionalista de extrema izquierda ETA, convenientemente maquillada por Zapatero, se disponía a plantar en Madrid a las pocas horas.
 
¿Dio Maragall el visto bueno a la entrevista bomba, a la entrevista insulto, una vez terminó de reírse de las fotos de Jerusalén? ¿O para las cosas de ETA delega en sus socios? Agradeceríamos que la televisión pública no volviera a hacer apología del terrorismo.

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