La guerra de Irak es una fuente inagotable de satisfacciones ideológicas para toda clase de antiamericanos e izquierdistas. Los practicantes del arte del terror desenfrenado, fascistas de Sadam o de la guerra santa, la alimentan a diario con la sangre de sus compatriotas chiíes y cuando pueden kurdos. En Inglaterra y Estados Unidos se alimenta de bulos que, como el ave fénix, renacen de sus cenizas con pasmosa reiteración. Libros, declaraciones y documentos sensacionalistas aparecen aullando “por fin te he pillado”, para quedarse en seguida en agua de borrajas y hundirse en el olvido, dejando un poso de calumnias que mantiene vivo el prejuicio y la desinformación.
El aullido lo hemos vuelto a oír a propósito de un documento publicado por el Sunday Times el 1 de mayo, con efectos retardados en Estados Unidos. Se trata de la minuta de una reunión de colaboradores de Blair, una especie de Consejo Nacional de Seguridad, el 23 de Julio del 2002. No es un acta literal, sólo un resumen. En la reunión el jefe de inteligencia da cuenta de sus impresiones de un reciente viaje a Estados Unidos en el que estuvo con el director de la CIA. Dijo, según el escueto memorando, que “Había un cambio perceptible de actitud. La acción militar se veía ahora como inevitable. Bush quería destituir a Sadam mediante acción militar, justificada por la conjunción de terrorismo y Armas de Destrucción Masiva. Pero la inteligencia y los hechos estaban disponiéndose entorno a la política”. Frase esta última un tanto obscura, sin duda algo chapucera, en un documento destinado exclusivamente a dejar constancia del contenido general de una reunión. Las dudas que pueda suscitar quedan disipadas al final del sucinto escrito.
“¡Esta vez si que te hemos pillado Bush! Estabas dispuesto a la guerra antes de pasar por Naciones Unidas y sus inspectores”. ¡Valiente pendejada! El carácter oficial de la política de derrocamiento de Sadam venía de la administración Clinton y había sido ratificada públicamente por el Congreso de los Estados Unidos. Los detractores analizan cada palabra del texto citado como inspirada por el Espíritu Santo, pero no se trata más que de el resumen de un resumen destinado más a los archivos que a la lectura. Si Bush pensaba que una nueva resolución conminatoria contra Sadam, la decimoséptima, iba a tener los mismos resultados que las 16 anteriores y que se iba a encontrar con la misma lenidad e indiferentismo en los otros miembros del Consejo de Naciones Unidas, hay que decir que acertó de pleno, aunque para ello tampoco hacía falta ser un genio. Por otro lado, pretender que la voluntad de un político no pueda ser cambiada por el curso de los acontecimientos es sandez supina.
Lo que los sectarios exegetas se abstienen de citar son las inquietudes expresadas en la reunión por el Jefe de Estado Mayor. Según el redactor de la minuta “los militares seguían haciéndose un montón de preguntas. Por ejemplo, cuales serían las consecuencias si Sadam usase las Armas de Destrucción Masiva el primer día...Dijo que Sadam podía también usarlas contra Kuwait. O contra Israel, añadió el secretario de defensa”.
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