Que Zapatero está dispuesto a negociar con los parlamentarios de ETA el final del Estatuto de Guernica, es algo que venimos denunciando desde mucho antes de que Patxi López se reuniera con los neobatasunos del PCTV. Lo novedoso es la forma abierta y explícita con la que el PSOE lo ha admitido a través de las nada sospechosas páginas de El País. Este diario, cuyo principal titular de portada aseguraba este domingo que “El PSOE emplaza a ETA a declarar “cuanto antes” el final de la violencia”, deja bien clara la nauseabunda disposición del Gobierno a que “la izquierda abertzale, representada ahora por el Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK en sus siglas en euskera), forme parte de la ponencia de reforma del Estatuto de Gernika, que se constituirá en el Parlamento vasco previsiblemente a finales de año, si ETA renuncia, previa y definitivamente, a las armas”. Este diario también hace referencia a la oferta de impunidad hecha a los terroristas, bajo la eufemística expresión de que “el Gobierno también está dispuesto a dialogar con ETA sobre la situación de sus presos”.
Vaya por delante que la “tregua” que reclama el gobierno de ETA es precisamente eso, una tregua, un “cese temporal de hostilidades”, que el gobierno y el PSOE quieren pagar uniéndose a Lizarra para acabar con el Estatuto de Guernica. Eso, por no hablar de la ya perpetrada vulneración de la Ley de partidos por la que la organización terrorista sigue teniendo representación parlamentaria.
¿Cómo van los terroristas a creerse de verdad y, por tanto, a disuadirles las penas, si es el propio gobierno de la nación el que nuevamente dinamita la certeza de su cumplimiento? ¿Cómo van a creerse los terroristas en España que sus acciones criminales son estériles si hay un gobierno que, por primera vez, está dispuesto a pagar políticamente porque dejen de hacerlo?
Intentar contentar al que no se va a contentar, en el caso de los terroristas, más que estéril es criminalmente dañino, criminalmente contraproducente. Zapatero no puede satisfacer plenamente las demandas de los terroristas que, desde luego, no se sacian ni con el fin del Estatuto de Guernica, ni con los beneficios penitenciarios. Pero lo peor es que ZP con esa oferta está dispuesto a ofrecerles algo sin lo cual los terroristas no volverían a matar: Esperanza. Esperanza de no tener que asumir los costes penales de sus acciones; esperanza de conseguir con ellas mucho más de lo que se les ofrece. ¿Tan difícil es de entender la desesperación de las víctimas?