Como a la inmensa mayoría de votantes del PP y como a casi todos los que ven con horror la deriva disgregadora de España encabezada por el propio Gobierno, el discurso de Rajoy contra Zapatero en el Debate sobre el Estado de la Nación me ha parecido excelente, en la forma y en el fondo. La primera intervención, sencillamente soberbia, insuperable y, para los que comparten sus ideas, reconfortante. En vísperas del debate publiqué en LD un comentario previendo que se convertiría en parteluz y parteaguas de la situación política nacional, siempre que Zapatero y Rajoy cumplieran lo que cabía esperar de ellos, y así ha sido: Zapatero ha mostrado sus cartas marcadas y Rajoy se ha levantado de la mesa diciendo que no juega más tahúres. Previsible y saludable. Bien.
Todos los medios de comunicación, hasta los que lo consideraban inmortal, dicen ahora que el Pacto Terrorista está muerto. Pero llevaba mucho tiempo criando malvas y su historia en los últimos años, desde la liquidación de Redondo Terreros hasta la miserable foto de su sucesor López mendigando el apoyo del partido de la ETA, con el espíritu de Perpiñán impregnando y ensuciándolo todo, es la de un vía crucis a la intemperie. El que no lo veía era porque no lo quería ver. Sucede que es tanto el miedo a la Nación que se respira en el mundillo periodístico y es tanta la sumisión progre que lo define que sólo cuando Zapatero ha aceptado que ya no tiene nada en común con el PP en materia antiterrorista se han atrevido a publicarlo. Si llega a decir lo contrario, por falso que fuera, lo contrario hubieran publicado. Es una de tantas manifestaciones del Invierno Mediático forjado por el PP en el Poder para abuso y disfrute del PRISOE.
En consecuencia, la patulea polanquiana y la grey rubalcaviperina han cargado contra Rajoy por haberle hecho pupa a su idolín ejerciendo como líder de la Oposición. ¡Qué atrevimiento! Pero, miserias propagandísticas aparte, ¿qué podía hacer Rajoy? Podía hacerlo en el Debate mal o bien, y lo ha hecho extraordinariamente bien, pero, en el fondo, no podía hacer otra cosa, no tenía alternativa al discurso nítido y contundente que exigen la vida nacional y la propia vida interna del PP. Lo que le ha salido mejor a Rajoy es que sea el propio PRISOE quien le acuse de ser tan duro, correoso, malvado y de Derechas como su predecesor José María Aznar. De eso precisamente se trataba en vísperas de unas elecciones tan difíciles como las gallegas del mes que viene: de dejar claro que el líder de la Derecha es Rajoy, que la alternativa a Zapatero es Rajoy, que, con perdón por la autocita, “hoy por hoy, no hay más que Rajoy”. Gane o pierda Fraga.