De los maestros del embuste que los siglos han dado, él es uno de los más creativos: se mira en el espejo, estudia sus defectos y acto seguido se los atribuye al contrario. Su nombre merece constar, en mayúsculas, en los tratados de la insidia. Tenían los socialistas diversos modos de hacer frente al chaparrón que iba a seguir a la tenebrosa entrevista ZP-Ibarretxe. Las intenciones las había revelado tontamente Blanco, que es un libro abierto (de cocina). Pues bien, Rubalcaba ha elegido el modo más demoledoramente mendaz: denunciar que el PP no quiere que se acabe con ETA porque eso le impediría seguir utilizando la política antiterrorista contra el gobierno.
Lo dice el hombre que hostigó más allá de cualquier límite ético y legal al gobierno de la Nación en una jornada de reflexión con España en estado de shock. Ah, qué extraordinario actor; su voz, su expresión facial, son de absoluta sinceridad. Es difícil no admirar la audacia del creador del hit “España no merece un gobierno que mienta”, sus dardos posmodernos, envenenados y certeros. Cuando habla un Cuesta cualquiera, o un Caldera, y no digamos un Blanco, nadie se cree una palabra, empezando por la militancia socialista. No importa. El PSOE se puede permitir todos los estropicios de sus novatos, de sus anacletos y de sus estadistas de todo a cien porque en el último momento llega Rubalcaba y le da un vuelco fulminante a la verdad. Ni el más astuto de sus adversarios puede anticipar las maquinaciones de esta mente diabólica, que siempre pone a los de Rajoy a la defensiva cuando llevan ventaja. Restablecer después la lógica, la justicia de los hechos desnudos, exige toda la paciencia del mundo.