El ministro de defensa español, José Bono, ha comenzado una gira por los Estados Unidos. Esta visita se integra en la ofensiva diplomática que el actual gobierno socialista está intentado llevar a cabo en el plano mediático, en su esfuerzo de que los paseos ministeriales sucesivos, desde Moratinos a Carmen Calvo, pasando por Alonso y Bono, convenzan a los españoles de que las relaciones bilaterales van, en palabras del propio presidente del gobierno, “viento en popa”.
Sin embargo, la presencia de Bono en los Estados Unidos es de destacar, pues tiene elementos que ninguno de sus homólogos de gabinete comparten. Por un lado, los americanos le han concedido a Bono desde el comienzo un trato especial, casi de favor, que lo distingue respecto a sus compañeros en el gobierno. Rumsfeld le ha concedido más tiempo a él que todos los representantes americanos al conjunto del gobierno español. Esto se debe sin duda al deseo de la administración Bush de destacar que su contraparte natural, el ministro español de asuntos exteriores, no es bien recibido en América. No hay nada de raro es este juego un tanto infantil. Lo hacen todos los países.
Sin embargo, el elemento de confusión viene de la mano de las propias aspiraciones de nuestro ministro de defensa. No sólo quiere ser el canal de comunicación privilegiado con los Estados Unidos de Bush para que la relación bilateral mejore, sino que posiblemente encuentre su motivación en que él también quiera ser ministro de Exteriores y salir de la cartera de defensa, menos lucida y más arriesgada (¿y si se le estrella un avión?) para alguien que alberga altas ambiciones políticas.
En el planteamiento clásico de divide y vencerás, los americanos están jugando con Bono y Bono juega con ellos en la medida en que le beneficie para sus planes. Pero Bono no es la solución para el entuerto de las relaciones bilaterales. En su afán de adelantarse a Moratinos, por ejemplo, ha sido el creador de la operación de la venta de armas a Venezuela. Y auque a Rumsfeld le lleve ahora en su visita la solución “ideal”, esto es, que los Estados Unidos adquieran los sistemas que España le ha colocado a Chávez, de tal forma que Venezuela no los reciba de nuestra mano, las empresas españolas no pierdan su carga de trabajo y los americanos no vean el rearme español de Venezuela, si Bono no se hubiera comprometido con Venezuela en primer lugar hubiera sido mucho mejor.