Las declaraciones hipócritas de la vicepresidenta del Gobierno sobre la Comunidad de Madrid mueven a la hilaridad y al desprecio. Porque Zapatero y su Gobierno no han dejado de ningunear a la Comunidad de Madrid desde que llegaron al poder después del atentado del 11-M. Cualquier ciudadano puede darle a la señora De la Vega cien pruebas sobre la discriminación que sufre esta Comunidad. Tampoco parecen de recibo las palabras del ministro de Defensa, José Bono, diciendo que prefiere morir antes que matar. Si un ministro de Defensa hubiera hecho esas declaraciones en un país normal, cosa que dudo que sea España, no creo que hubiera durado más de 24 horas en el cargo. Por fortuna, una y otro, han sido cuestionados por el PP y los medios de comunicación. ¡Algo es algo!
Esperanza Aguirre ha desmontado una por una las mentiras de la señora De la Vega. Bravo por el afán ilustrado de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha demostrado con su discurso que el Gobierno socialista discrimina gravemente a la Comunidad de Madrid. Bravo también a los medios de comunicación porque han justificado que un ministro de Defensa no puede hacer esas contradictorias afirmaciones. El instinto suicida de Bono no tiene justificación, porque podría llevar a miles de ciudadanos a la muerte. La confusión del ministro Bono entre lo público y lo privado hace de este hombre un peligro, casi una bomba de relojería, para todos los españoles; aunque bien mirada la cosa, quizá Bono no confunda nada, sino que es un mentiroso convulsivo que termina traicionando a su pobre y destrabada identidad personal.
El problema, en cualquiera de los casos, traspasa los límites de De la Vega y Bono. Es una cuestión que alcanza al Gobierno en pleno. Ningún ministro parece estar a salvo de la utilización de la mentira para mantenerse en el poder. La mentira es todo para quien sólo aspira “al poder por el poder”. Porque la gobernación de la nación no les preocupa, la mentira es la primera regla para “ejercer” el poder. Ni siquiera crear ideología les interesa. Cuanto más lanar es la sociedad, vienen a decir, mejor huir de “razonamientos” “ideológicos”. Son suficientes las mentiras. Desprecian tanto a la sociedad que no se toman la molestia de vertebrar un discurso coherente capaz de persuadir a sus votantes.
Cualquier cosa es valida, excepto ilustrar a una sociedad para que se haga cargo de los problemas de la nación. Mentir, y cuanto más mejor, es su consigna para enfrentarse a la realidad o a una posible argumentación de su adversario. El Gobierno socialista ha hecho de la mentira su principal seña de identidad. El talante y el diálogo son palabras para pastorear a sus fieles o formas de ocultar sus diferentes maneras de eliminar al adversario político. Porque el Gobierno en pleno miente un día sí y otro también, es comprensible que lo mejor de la sociedad española, la sociedad civil más desarrollada y enérgica, se halle desmoralizada, aturdida y sin saber a qué atenerse.