No era mi intención que este corralillo sirviera de orientación bibliográfica, pero me llegan muchas peticiones sobre el particular. Comprendo que esas consultas pueden ser útiles para otras muchas personas, así que aquí las estampo. Por ejemplo, María García Casero, habitual del corralillo, me pide la referencia de “un buen diccionario médico” y una edición de los Evangelios. Le remito a la Enciclopedia Saber a qué atenerse (nueve tomos) editada por PRODILSA (Cavanilles, 5, 28007 Madrid, Tfno. 91 501 98 88). Es muy asequible en todos los sentidos. Un poco más técnica pero también muy útil es la obra de Gregorio Marañón y Alfonso Balcells, Síntomas y síndromes (Espasa). Sobre los Evangelios, la edición que yo manejo es la Sagrada Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) de Eloíno Nacar y Alberto Colunga (Biblioteca de Autores Cristianos). Me permito anticipar la próxima salida de un libro mío sobre Los españoles y la religión (Random House Mondadori). Es muy personal y polémico. Se aleja un tanto de lo que hasta ahora he escrito sobre religión. Será que estoy envejeciendo.
Ya que estamos con lo de Medicina familiar, Joaquín Robles (Murcia) precisa que lo de los síntomas en Patología tienen poco que ver con su mensurabilidad. En su opinión, un síntoma es un fenómeno patológico observable que nos remite a la causa de esa disfunción. El argumento está muy bien visto. En la misma línea, José Soria Palao (Murcia) distingue entre el síntoma (la apreciación subjetiva del paciente) y el signo derivado de la observación médica. “Esa distinción es esencial a la hora de valorar la anamnesis [la historia clínica] y al exploración del paciente”. Seguimos aprendiendo. Por algo los llaman doctores, aunque muchos sean simples licenciados. Pero la carrera de Medicina es la más larga.
Claudio Verdú Egea sostiene que incluso el DRAE contiene alguna errata. Bien, eso es así. Esa constancia no es más que una prueba de que las erratas son consustanciales con al escritura. Modestamente, no recuerdo ningún libro mío sin erratas. En el último figura mi nombre, con letras destacadas, como Armando de Miguel. Tampoco pasa nada.
Don Claudio se pregunta “¿cuántas expresiones tauromáquicas tendremos en nuestro nutricio idioma español?”. Aduzco dos diccionarios recientes, el de Andrés Amorós, La lidia. Diccionario de tauromaquia (Temas de Hoy), y el de Luis Nieto Manjón, Términos taurinos (Espasa). Es asombrosa la riqueza de la terminología taurina. Al hilo de lo cual bien merece recordarse un clásico: Ramón Pérez de Ayala, Política y toros (1918).
A propósito del verbo follar y sus étimos y versiones, Daniel López Cañete me proporciona una referencia interesante que transmito a los lectores: Genaro Chic García, El mito de la mujer, el horno, el hombre y el viento. Sobre el sentido de las palabras fornicar & follar, (Sevilla: Padilla Libros, 1997). ISBN: 84-89769-29-X.