El futbolista portugués Luis Figo, el primer "galáctico" sobre el que comenzó a edificar su nuevo proyecto deportivo el presidente Florentino Pérez, afirma, a medio camino entre la decepción y el sarcasmo, que él es el "malo de la película", dejándonos entrever a los periodistas deportivos que realmente no lo es sino que, detrás de su complicada y repentina situación deportiva, se esconde un malo más malo aún, un malo maquiavélico, un malo que pretende aburrirle o terminar largándole a la "Liga de chicle" qatarí.
Al genio Billy Wilder le gustaba mucho jugar, y despistar, con esa ambiguedad de los malos que en el fondo no lo eran tanto, y los buenos que con el final de la película acababan siendo unos auténticos hijos de su madre. Sirvan como ejemplo de esto que digo "Testigo de Cargo", película en la que el elegante Leonard Vole, interpretado por el guapo Tyron Power, era un angelito con el corazón más negro que el carbón, o "Traidor en el Infierno", film bélico en el que sucedía justamente todo lo contrario: el cínico J.J. Sefton, por cuya interpretación lograra en el año 1953 un Oscar William Holden, aguantaba estoicamente durante cien minutos la ira contenida de los espectadores hasta que, en el sprint final, nos dejaba a todos con la boca abierta...
No hace falta convertirse en el inspector Kurt Wallander para percibir que, como deja caer Figo, es cierto que el guión de esta película es más complejo de lo que nos quieren hacer ver. Tampoco abriré la puerta del laberinto de las negociaciones (te queda un año y yo te ofrezco otro para venderte en condiciones, pero tú pides dos más para tener la sartén por el mango) porque me dejé en casa las miguitas de pan y luego no sabría cómo regresar a la calle Conde de Aranda, sede de Libertad Digital. Sólo repetiré de nuevo que a mí Figo siempre me pareció un futbolista serio, un jugador que se negó en redondo a mojar en salsas rosas y que trabajó en lo suyo, encarando una y otra vez a todos aquellos rivales que le fueron surgiendo por la banda.