De tanto usarla absolutamente para todo, la palabra "valor" ha ido perdiendo eso precisamente, su propio valor, su significado, hasta quedar reducida al esqueleto de lo que realmente fue. Leo que Vanderlei Luxemburgo, entrenador del Real Madrid, tiene mucho valor (redaños, carácter, personalidad, bemoles...) por dejar en el banquillo a Luis Figo. El otro día jugó sin el portugués contra el Barcelona y le salió bien, y parece que quiere repetir de nuevo contra el Levante. ¿Valor?... ¿Por qué decimos que Luxemburgo tiene valor por dejar a Figo en el banquillo de los suplentes?... Luxemburgo no demuestra ser especialmente valiente a la hora de tomar precisamente ahora esa decisión, cuando todo el mundo sabe que a Figo le quedan dos telediarios para deshojar la margarita entre el competitivo fútbol inglés o la acomodada Liga árabe. En 2005 Figo es una "presa fácil", otra cosa bien distinta habría sido sentarlo en el banquillo, por ejemplo, en 2001, nada más ganarle las elecciones a Florentino Pérez, pero, ¿ahora?... Permítanme el juego de palabras pero ese "valor" no tiene ya ningún valor.
Luis Figo dejó de ser el "ahijado de F.P.", su niño bonito, aquel que noqueara a Lorenzo Sanz en medio de la boda de una de sus hijas. Figo carece ya del mínimo interés estratégico imprescindible, pasando a convertirse en un peón desechable. Además, ¿qué represalias podría tomar Figo contra Luxemburgo?... Ninguna. Ahora es "carne de cañón". Parece que éste sábado, antes de comenzar el habitual partidillo de entrenamiento, el jugador despreció el peto azul de suplente que le ofrecía Marco Teixeira, el segundo del entrenador. Es lo menos que podía esperarse de uno de los mejores futbolistas mundiales de la última década. ¿Valor? ¿Carácter? ¿Redaños?... Redaños habría demostrado Luxemburgo sentando al Figo de los veinticinco años, no al de los treinta y dos. A ese también lo siento yo.