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Isabel Durán

Pichones y verdugos

Hoy sólo queda María San Gil. Es la única opción que tiene el votante si quiere que su papeleta sea un voto de integridad, de posibilidad de regeneración del sistema mafioso de vida que corrompe las instituciones vascas

Hasta que no se va al País Vasco y se está mano a mano con líderes y militantes del Partido Popular no es posible hacerse a la idea aproximadamente cercana de lo que se juega en las elecciones del próximo domingo. Resulta estremecedor ver cuán solos están los defensores de la libertad a secas en estos verdes y bellos parajes. Resulta escalofriante constatar que el Partido Nacionalista Vasco ha hecho del terror un negocio redondo y que ahora el nuevo presidente del Gobierno de España pretende llevarse parte del botín conseguido incluso con la sangre de los suyos.
 
En dos años, autogobierno y referéndum, ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero. Y para ello permite activamente que la banda terrorista ETA se instale de nuevo en las instituciones vascas, empezando por su parlamento. No se trata de ilegalizaciones preventivas, es cuestión de defensa del Estado de Derecho. “Nico, no te equivoques” le dijo Felipe González a Nicolás Redondo Terreros en los anteriores comicios antes de defenestrarlo con Polanco y Cebrián como ejecutores implacables de una de las campañas más miserables de acoso y derribo. Dicho y hecho. Empezaron por intentar hacerle comulgar con los nacionalistas para repartirse el pastel y como no pudieron convencerle le atacaron por la vía de su hija y la Seguridad Social de su empleada de hogar. Miserables. Porque Nicolás Redondo, Rosa Díez, Ana Urchueguía, Carlos Totorica y a tantos otros, les han silenciado como a los judíos cuando los llevaban a los campos de concentración. La voz del Partido Socialista en defensa de la libertad ha sido comprada por Polanco, Cebrián y González finalmente gracias a un presidente del Gobierno sin escrúpulos, sin principios y sin vergüenza torera. Cuarenta y cinco mil personas se encuentran hoy amenazadas en el País Vasco. ZP ha convertido a los amenazados en pichones y a sus verdugos les ha otorgado legitimidad mientras engrasan sus pistolas.
 
Hoy sólo queda María San Gil. Es la única opción que tiene el votante si quiere que su papeleta sea un voto de integridad, de posibilidad de regeneración del sistema mafioso de vida que corrompe las instituciones vascas. San Gil y quienes le apoyan, constituyen el único camino para la libertad aunque nacionalistas, socialistas y terroristas pretendan, cada uno a su manera, acabar con ellos.

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