El Road Map propuesto por el Presidente Bush establece que, en la primera fase, Israel debe detener su política de asentamientos y la Autoridad Palestina desarmar a los grupos terroristas. Reiniciado el proceso de paz los dos se encuentran en abierto incumplimiento de sus obligaciones. No hay duda de que ambas exigencias son difíciles, pero ha llegado el momento de la verdad y no hay otra opción que realizar las “dolorosas concesiones” que los dirigentes de ambos campos han reconocido imprescindibles.
Mahmud Abbas se ha reunido con los dirigentes de las distintas facciones y ha logrado un alto el fuego. Un paso importante. La convocatoria de elecciones generales está polarizando la vida política local, convencidos como están de que tras la muerte de Arafat y el fracaso sucesivo de guerras e intifadas la OLP desaparecerá. No es tiempo de movimientos, sino de fuerzas políticas estables dotadas de un programa preciso. El gran reto, el hecho determinante, puede ser el triunfo de Hamas o un buen resultado de esta formación islamista. Mientras el campo nacionalista se encuentra desgastado, desprestigiado y desunido, los hermanos musulmanes están listos para tomar el relevo y hacerse con el control de la situación. Desde esta posición de fuerza, sabedores del ascendiente que tienen entre la población, se han negado a desarmar a sus milicias. Sin este paso Abbas no podrá realizar exigencias a Israel. Pero si trata de hacerlo por la fuerza se arriesga a un enfrentamiento civil.
Sharon es consciente de que no puede desaprovechar la oportunidad histórica que se ha presentado. Ha dado unos primeros pasos importantes y creíbles: su encuentro con Abbas, el proceso para retirarse de la franja de Gaza, la liberación de cientos de prisioneros, la retirada progresiva de las grandes ciudades palestinas. Pero está incumpliendo conscientemente el Road Map en lo que atañe a los asentamientos. En el caso de Cisjordania, asentamientos son aquellos enclaves judíos situados en los territorios ocupados. Llamamos territorios ocupados a los que se encuentran al este de la Línea Verde, o demarcación entre las posiciones israelíes y árabes tras la guerra del 48-49. El problema reside en que aún no existen fronteras definitivas aceptadas por ambas partes.
Los árabes, con el apoyo europeo y de otros, han decidido que la Línea Verde es la frontera. Es un punto de vista. Israel considera que las siguientes tres guerras y en especial las dos últimas, deben tener repercusiones en la geografía política de la antigua Palestina. Tanto el Likud como los laboristas asumen que en la Cisjordania debe establecerse un estado árabe, pero exigen la incorporación a su territorio de alguno de estos asentamientos. Los más numerosos están situados alrededor de Jerusalén y no paran de crecer, aislando el núcleo histórico y a su población árabe. Justo en el este, entre la ciudad antigua y el Jordán, se encuentra el asentamiento de Maale Adumin, donde residen 30.000 judíos. En estos momentos el Gobierno trata de levantar uno nuevo, justo al norte de este último, con 3.500 casas, lo que supondría un paso más en este cerramiento.
Sharon y la Kneset tienen razón en rechazar la Línea Verde como frontera definitiva, pero es una irresponsabilidad avanzar en la política de asentamientos. Los palestinos tendrían todo el derecho para sentirse estafados y Abbas perdería autoridad para imponerse a los terroristas islamistas de Hamas.