El error cometido por Rodríguez Zapatero no tiene defensa posible. Y su irrupción "informal" en los pasillos del Congreso para intentar justificarse es la señal más clara de que el presidente del Gobierno es consciente de su patinazo. Un patinazo, sin duda, intencionado y diseñado; pero del que no había calculado convenientemente la frenada. Pero no se baja del burro.
Dice el presidente del Gobierno que no ha realizado una declaración institucional sobre el Papa, porque no ha tenido ninguna ocasión pública para hacerlo. ¿Qué ocasión espera el señor Zapatero para esa declaración? El jefe del Ejecutivo ha cometido uno de los más grandes errores desde su llegada a Moncloa y no hay más vuelta de hoja. Entre otras cosas porque Zapatero ha guardado el silencio que ha querido. Nadie le ha obligado a ello. Se ha convertido en definitiva en el rehén de sus propios silencios cobardes y sectarios.
Y es que aunque ahora intente justificar lo injustificable, el presidente Zapatero no es que haya tenido una equivocación en una cadena de aciertos. Ni muchísimo menos. Ha tenido una larga e interminable cadena de errores, que mantiene y refuerza con esa soberbia propia del gobernante.
Como dice la canción de feria y pandereta: "antes muerto que sencillo". El presidente del Gobierno ha dado una lección de mal talante, de mala educación, de no saber estar a la altura de las circunstancias, de ser incapaz de desarrollar su función institucional y de buscar en todo un calculado rédito personal.
Zapatero se ha columpiado escandalosamente. Sigue en sus trece. Allá él. Pero su forma de comentar estas cosas en los pasillos del Congreso con los cuatro amiguetes de siempre lo dice todo. Señor Zapatero, déjenos tranquilos. Por favor.