Estaría dispuesto a apostar una mano a que los rumores relativos a que Google está preparando su propio navegador son absolutamente ciertos. No es que los motivos que han llevado a The New York Post a especular sobre la cuestión me resulten demasiados convincentes (Google debe tener una infinidad de dominios registrados, y que contraten a antiguos empleados de Explorer no deja de ser lógico), sino que, en este caso, se impone la lógica.
Tendría sentido que Google desarrollara su navegador: lo que comenzó siendo un simple buscador se ha convertido, a día de hoy, en gestor de noticias (Google News), creador de bitácoras (Blogger) comparador de precios (Froogle), gestor de imágenes (Picasa y Hello), red social (Orkut)... y lo que llegue. También entraría dentro de la lógica que estuviera desarrollando su propio programa de mensajería instantánea, como se ha rumoreado las últimas semanas.
Las consecuencias que pueden extraerse de la posible entrada de Google en el sector de los navegadores son infinitas. Porque, en realidad, Explorer no teme ni a Firefox ni a Opera: más que rivales serios son pequeños escozores. Cuando se habla de que Explorer ha perdido cuota de mercado, en realidad se está haciendo referencia a que en vez del 94 por ciento de las navegaciones, dirige el 93 por ciento. Si en el peor momento de Explorer –2004 está resultando especialmente duro– Firefox apenas es capaz de recortar un uno por ciento de cuota de mercado, significa que poco más puede hacer. Ahora y mañana.
Sin embargo, con Google puede ser diferente. Muchos internautas no reparan en la herramienta que les permite navegar por la Red. Simplemente saben que pinchando sobre el icono en el que aparece una “e” pueden navegar. Sus alternativas, llámense Firefox, Opera o Mozilla, les importa más bien poco. El primero les recuerda a la nave que pilotaba Luke Skywalker; el segundo les evoca lo que se escucha en el Teatro Real, y los tercero es demasiado evidente: Mozilla es como la nocilla.
Google es la marca más conocida de Internet. Casi goza de la misma penetración en su sector, el de los buscadores, como Explorer en el de los navegadores. La gente sabe qué es Google: ese cacharro que funciona tan rápido y con tanta efectividad. Su paso a Googlebrowser, gbrowser o como se pudiera bautizar el invento, sería por eso mucho más sencillo. O menos traumático.
Existen otros factores que contribuyen a pensar que Google está desarrollando su propio navegador. Y es que la compañía ya ha dado pequeños pasos en ese sentido cambiado la forma de navegar de muchos internautas, incluso a los que lo hacen con Explorer. Su barra de herramientas es el ejemplo más claro. Y, sobre todo, los rumores encajan en las exigencias planteadas por los inversores sobre el futuro del buscador. Su salida a bolsa le obliga a diversificar su fuente de ingresos y evitar depender tanto de la publicidad.
Google quiere tomar nuestro ordenador de la misma forma que lo ha invadido Microsoft. Perfecto. Seguro que lo hace mejor. Mi mano está en juego