Me telefonea una periodista francesa para preguntarme si ya me he enterado de las noticias recientes acerca de sobre quién es verdaderamente Valérie Trierweiler. Como a mí lo último que me importa en la vida es la "compagne" (compañera sin casarse) del estrenado presidente francés, pues le respondo que no, pues en verdad no sé nada.
Entonces ella se desata a contarme con una voz desesperada lo siguiente: que esta señora no es lo que dijeron que era antes de las elecciones, que si bien es cierto que su padre murió de una herida de guerra, que no fue tan pobre como se ha contado, ni vivió en los edificios T’os Tenemos tipo Alamar (HLM), que recibe sin hacer nada anualmente tres millones de euros, como herencia de su bisabuelo y abuelo, millonarios ambos, accionistas y dueños de bancos. Vean aquí la información que más tarde me envió esta periodista a mi email.
Por otro lado, esta periodista me prohíbe que mencione su nombre. Cuando le pregunto por qué, me dice que porque tiene miedo. ¿Por qué? ¿No vivimos en un país libre? Reitero. "Es que hay mucho detrás de todo esto que la prensa está escondiendo", me comenta. "Tantos periodistas que pudieran hablar, ahora, cuando es necesario que hablen, y no lo hacen".
¿Por qué no lo hacen entonces? Insisto en preguntarle. "Por oportunismo, porque no les conviene. ¿Por qué crees que la prensa desató una guerra en contra de Sarkozy y apoyó a Hollande?" No lo sé, le respondo. Y ella se decide a explicarme. "Ventajas fiscales, todo tiene que ver con las ventajas fiscales a los periodistas. Una ley de ventaja fiscal creada en 1934 y abolida por el ministro de Chirac y Sarkozy, Alain Juppé". Y me envía un documento que se puede leer aquí.
¿Por qué estos documentos no circulan en la prensa? No solo en la prensa nacional, en la internacional. "Miedo", repite, "por miedo".
Y ella también tiene mucho miedo de lo que ha empezado a suceder en Francia. De la autocensura de los periodistas, de lo que esconden acerca de esa izquierda corrupta desde hace años, acomodada en sus riquezas ocultas, y de los periodistas que se han favorecido y que se han enriquecido, y que han conseguido posiciones increíbles en los medios, los que ya son, no solamente el cuarto poder, sino que pertenecen al primer poder, y que podrían aplastar a cualquiera, porque son muy poderosos y no precisamente debido al caudal de la información que poseen.
"¿Te das cuenta? Están pasando cosas muy raras". Agrega con la voz temblorosa. Esas cosas raras para ella son: Hollande que no toma el avión, que prefiere desplazarse en automóvil de un país a otro, aunque se demore dos horas más, porque él no tiene apuros, prefiere ahorrar, y fingir que es una persona "simple", como él mismo ha dicho, "normal", como tantas veces ha subrayado.
Sí, tan simple como mismo se hacían pasar los guerrilleros castristas. Tan simples que se apoderaron de las casas de las familias ricas cubanas, las que tuvieron que abandonar el país, perseguidas por los barbudos. No cambiaron nada, lo único que hicieron fue ocupar sus plazas, las casas y las riquezas que confiscaron a los que trabajaron toda su vida para obtenerlas.
Lo único que han hecho Hollande y su equipo, hasta ahora, es ocupar los puestos de los anteriores, pero ya en posesión de mucho más dinero. Todo el dinero que no dicen que guardan en sus sociedades ocultas. Todo el dinero de los falsos "simples", de los mentirosos "normales".
Me dirán que es muy temprano para criticarlos, que les dé tiempo. ¿Le han dado tiempo los de la oposición al gobierno de Rajoy? No, por supuesto. No se trata de tiempo, se trata de vergüenza y dignidad, pero sobre todo de respeto a los españoles, como a los franceses, que votaron engañados por un falso retrato que se hizo del candidato de la izquierda y de su mujer.
Le escribí una carta a François Hollande en cuanto tomó posesión de su cargo sobre la situación de Cuba y de los presos políticos. Todavía no me ha respondido. Lo mismo hice cuando ganó Sarkozy en el 2007, me respondió una semana después. Así que, además, no solo la izquierda no es la dueña de la cultura, tampoco lo es de la educación.