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Zoé Valdés

Odio a la inteligencia

El silencio de las feministas frente a los latigazos y lapidaciones, de las mujeres en países como Irán o Arabia Saudí es criminal.

El odio que ha desatado la izquierda valiéndose una vez más de las mujeres resulta inaguantable. Me recuerda aquellos tiempos en Cuba, los que no han variado, todo sea dicho, y además redicho sea de paso, en los que Vilma Espín, la mujer de Raúl Castro, dirigía como fundadora la Federación de Mujeres Cubanas, que no era más que otra organización represiva del régimen castrista, convertida, trasmutada en la actualidad, en ONG independiente, y que ha recibido y recibe ayuda financiera monumental de distintas partes del planeta con la única intención de reprimir y acallar a la mujer cubana. Modelo que tomó su hija, Mariela Castro Espín, para fundar con fines idénticos, el CENESEX, y desde ahí hacer lo mismo en contra de los homosexuales cubanos que se sitúen en contra del régimen.

Entonces, el feminismo puesto al servicio del izquierdismo –ah, todos esos "ismos", que evocan tanto a enfermedades, paludismo, etc…- ha devenido una operación de marketing en la que la pieza central es la mujer, utilizada con el mero objetivo de odiar. Odiar al hombre en primer lugar, odiar con todas sus fuerzas al macho representativo, según ellas, de todo lo malo e infernal de la sociedad de derechas.

No ha habido mayor manipulación de la mujer que el que hace la izquierda con sus viejos y decadentes criterios obsoletos sobre el abuso y esclavismo de la mujer occidental. Una mentira elevada sobre viejos conceptos y situaciones ampliamente superadas desde la noche de los tiempos.

Sin embargo, ese odio programado se transforma en insólita ternura y condescendencia cuando se les ve frente a las musulmanas ocultas tras el ‘burka’ o el velo, y a los islamistas que desprecian todo lo que tiene que ver con la libertad de la mujer occidental. El silencio de las feministas chirría más que una ralladura de una oxidada chaveta en un flamante Bugati. El miedo les petrifica el alma. El miedo a lo políticamente incorrecto impuesto por la izquierda socialista. El miedo, tout court, a la verdad.

El silencio de las feministas frente a los abusos, golpeaduras, latigazos, lapidaciones, de las mujeres en esos países como Irán o Arabia Saudí, esclavismo de criadas filipinas, entre otros, es cuando menos manipulador, confabulador, colaborador, y es criminal.

El silencio de las feministas frente a los abusos cometidos contra las mujeres que salen a manifestarse a las calles por la libertad en Cuba, Nicaragua y Venezuela, en Irán, es vergonzoso. En Irán, mujeres jóvenes han sido encarceladas por el simple hecho de subir a Instagram un video de ellas bailando. El silencio alrededor de estos espantosos acontecimientos por parte de las feministas deja mucho que desear.

De modo, que si bien es cierto que los machistas-leninistas de la izquierda socialista se sirven de las feministas para imponernos sus agendas politiqueras, también es verdad que todas ellas también se benefician económicamente, a través de asociaciones creadas con fines de enriquecimiento. Es otro trato sucio más de la izquierda y de este feminismo rayano con el fascismo.

Lo escribí hace un año, y vuelvo a ello… Reitero que, con toda claridad debiéramos situar lo sustancial: Antes que feminista soy mujer. Antes que mujer soy un ser humano. A menudo antes que ser yo soy otro, un animal, una piedra, un no sé qué.

No se trata de un conflicto sexual o sexista. Estamos frente a un estallido de la bestialidad contra la humanidad, de la hostilidad frente al razonamiento, del sentimiento en oposición a la sensibilidad.

No cuenten conmigo para ninguna sublevación que aniquile a la inteligencia.

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