He visto en las redes sociales algunas críticas al discurso del Rey, y también leí la extrema (y vil en su boca) comparación de un tonto. La del burro de la política española, cuyo nombre lo describe mejor que nada, porque un rufián es lo que es: un tonto tartufo, lo peor que se puede ser, y la peor carta de presentación para un hombre, que hay que ver…
Lo que dijo el Rey es lo que dijo. Que bastante dijo. No como lo que dice la Reina de Inglaterra, que nunca dice nada. Para el bien de la Corona, se supone. La Reina lee, y punto. Gloria a Inglaterra, por cierto.
No es lo que dijo o no dijo. Lo que dijeron o no dijeron los reyes y reinas. El problema es lo que dijeron los votantes. Cuya masa encefálica los ha ido dirigiendo al suicidio colectivo, como en Cuba en 1959. Perdón, en Cuba no eligieron, ni han elegido nunca, porque no se puede llamar elecciones a una burda maniobra controlada y vigilada desde la masa cerebral de una Matrix totalitaria. Y es a eso a lo que van directico y sin escala los españoles si se dejan formar un Gobierno con el elemento este que se les ha colado y que se han dejado colar de manera oportunista en la política: la canalla del castro-chavismo.
No es lo que dijo el Rey, no. Es lo que tuiteó Pedro Sánchez acerca de unos festejos que sólo tienen que ver con la Navidad y con las raíces cristianas de toda una nación y que él extendió a otros temas, sin importancia aparente, en su discurso de puño en alto mientras entona o tararea La Internacional. Para recibir esa supuesta felicitación, que no es más que otro de los lemas oportunistas de la izquierda, es que votaron buena parte de los españoles. Sánchez ha ido hermanándose con el peor de los Castro (que ahora es uno, pero fueron dos), porque ni siquiera Hugo Chávez tuvo nunca un discurso tan anticristiano.
Pero ese es Pedro Sánchez, el que celebra en grande el Ramadán y coge para su relajo la celebración cristiana. Un político que tiene todos y hasta más defectos que Obama, incluido su enclenque currículo, y al que habría que añadir sus numerosos fraudes. Tal vez por eso lo votaron, por ese anhelo de tener por fin a un Obama en sus vidas, con sus privilegiados defectos.
No es el Rey. Créanlo, véanlo:
Es El País, que publica un artículo donde dedica páginas a desmentir la creencia cristiana tildándola de pura leyenda. Lo es ese periódico, que no se atreverá a hacer algo ni siquiera parecido con Mahoma y su pedofilia, ni con el Ramadán y sus sacrificios sangrientos de animales.
Es el mismísimo Papa, tan evidente en su ideología, que no para de tuitear obviedades. Tanto que critican a Donald Trump por sus incesantes tuiteos –en los que donde pone el ojo pone la vara– y a este Papa tan picúo y cursi con sus mensajitos de a tres por quilo nadie le dice ni pío. Bueno, nadie no. Yo sí se lo he dicho: que pare ya de tuitear obviedades y sandeces, o de sonar discursos tan melodramáticos y patéticos. Como este de ahora en el que alertó de que protegiéramos a los niños del mundo. Uno, ¿de dónde son los niños, sino del mundo? ¿O hay niños de otro planeta que no conozcamos? Dos y lo principal: de lo que hay que proteger a los niños es de su clero pedófilo. Lo que para él mismo y primero que para nadie constituye la obviedad por excelencia.
No, con este Papa nadie se mete. Qué va. Y eso que material hay de sobra… Han tenido que encargar un libro y hasta rodar una película melosa para ensalzarlo en detrimento del Papa anterior. Sólo porque es el Papa de Obama. Y como es el Papa de Obama, chitón, a callar.
Ya ven. No es el Rey. Son ustedes mismos, que soportan en silencio a esta recua de iluminados perversos. En una palabra: bah.
Feliz Navidad en el nombre del niño Jesús, nuestro Niño, y de la Virgen María, su madre, nuestra Madre.