Recién se ha inaugurado otra Cumbre de las Américas en Panamá. El plato fuerte tiene que ver con las conversaciones entre Castro II y Barack Obama. Por lo demás, poco se sabe, para qué se reúnen, cuáles son las intenciones y los proyectos.
Por el momento, algunos representantes de la llamada disidencia cubana estarán presentes en el mismo foro que la delegación oficial castrista. ¿Les dejarán expresarse libremente? Rosa María Payá, la hija del opositor Oswaldo Payá, asesinado por el castrismo, fue detenida e interrogada nomás llegar al aeropuerto; luego la soltaron y le pidieron disculpas. Pero hay razones para preguntarse para qué la invitan si luego la van a humillar con una detención y un interrogatorio. No ha sido la única, a otros disidentes no los han tratado mejor.
¿Se reunirá Obama igualmente con la oposición? Poco tiene que ofrecer esa disidencia que interese económicamente a Obama. El que le vende el país es Castro II, el que se lo entrega en bandeja de oro, el pueblo en saldo tras cincuenta y seis años de estar desgañitándose con el clamor unánime y obligado: Yanqui, go home! Ahora el clamor popular, tal como lo pronosticó Guillermo Cabrera Infante, es Yanqui, come back! Y tan tranquilos que aquí no ha pasado nada.
Según dicen, Obama hablará extensamente con Castro II sobre los futuros negocios norteamericanos en la isla, como ha hablado con el régimen iraní. Eso es lo que interesa, el negocio. ¿Derechos humanos? ¿De qué hablan? ¿Qué cosa es eso?
No creo que la disidencia, sin ningún proyecto sólido en las manos, y sin representar a la población cubana, tenga demasiado que exponer al presidente norteamericano, ni algo que ofrecerle. Obama los oirá, por diplomacia, pero el destino y la dignidad del pueblo cubano le importan un carajo. A la disidencia también, tal como veo las cosas.
Por lo tanto, no creo que esa Cumbre de las Américas, a la que yo llamo la Cumbre de la Canallada, sirva para que los pueblos americanos vivan mejor. No, se trata de otra chulería más de los políticos y de otra traquimaña de aquellos que les hacen el juego.
Obama debiera pedir la libertad de todos los presos políticos cubanos y venezolanos, y luego sentarse a negociar. Pero no lo hará, por una sencilla razón, Obama es como ellos, uno más de ellos.