En anteriores ocasiones he escrito acerca de los Chalecos Amarillos, he explicado que su origen principal está en el descontento generalizado de una sociedad ahogada por los altísimos impuestos y la falta de iniciativas, frente a las barreras impuestas por una política económica paralizante, la de la socialdemocracia anticapitalista que se mueve con una lentitud insoportable, manejada por la burocracia, y la creación de, entre otros escándalos, empleos ficticios, lo que en Cuba en una época se llamó botellas, y un desarrollo, como dirían los españoles, "de puta pena".
Los franceses no están solamente hartos de los bajos salarios, de los impuestos más altos de Europa, del abuso contra el de adentro y el despilfarro con el de afuera, del racismo y la segregación a la inversa, o sea, el desprecio al blanco, con los actos de violencia, las violaciones a sus mujeres, las humillaciones, los ataques contra sus hijos, además está cansados de que sus calles estén tomadas por supuestos inmigrantes cuyos actos religiosos son ostentosamente desfachatados y constituyen afrentas cotidianas a la urbanidad, el aseo y la educación occidental.
Los franceses están hartos del europeísmo impuesto por la UE, que además les obliga a adoptar costumbres que no son suyas y que determinan el fin de la especificidad francesa.
Los franceses, en fin, están hartos de la hipocresía de los sucesivos políticos, que por más de cuarenta años les han engañado, burlándose y secuestrándoles la democracia y hurtándoles al descaro el voto, y todavía más hartos de este pequeño arrogante, Emmanuel Macron, que sí, que ellos eligieron en contra de Marine Le Pen y de la extrema derecha, y que no para de hundirnos con sus frases salidas de tono, de una presunción y altanería insoportables. Los franceses se hartaron de una sociedad medio muerta, en coma.
Una sociedad en coma como el Casaca Amarilla que se encuentra ahora mismo entre la vida y la muerte, bombero de profesión, padre de tres hijos, al que los CRS dispararon a la cabeza pelotas de flashballs, abandonándolo de la manera más cobarde que se pueda imaginar.
Esta es la policía de Emmanuel Macron en pleno 2019, y no la de Donald Trump. Esto es el Gobierno de Macron, el castromadurito de una Francia bananera y agonizante. Y la prensa internacional callada, haciéndole el juego a este maromero de las finanzas.
Que del movimiento de los Casacas Amarillas se aprovechen los de la extrema izquierda, que son peores que los de la extrema derecha, que también sacan su lasca, pues era de esperar. Todo es de esperar de una sociedad convulsa y a punto de ser finiquitada.
Pero lo que no podemos permitir es que la complicidad continúe, no podemos aceptarlo más, en nombre del futuro de nuestros hijos.