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Zoé Valdés

El churre

Nadie podía imaginar, eso alegan ahora, que el churre iba a volver a ganar en el mundo. Yo sí, lo sabía porque lo vi venir, lo avisé.

Nadie podía imaginar, eso alegan ahora, que el churre iba a volver a ganar en el mundo. Yo sí, lo sabía porque lo vi venir, lo avisé. Unos cuantos –no muchos– y yo sabíamos y lo advertimos; teníamos plena conciencia de que el churre triunfaría y empercudiría más que nunca al planeta.

Temo anunciarles que el churre se ha amparado en cualquier superficie y en el recoveco más mínimo. Esa costra que agrisa y agria domina y doblega todo cuanto nos rodea.

No hay salvación, porque la educación y la cultura no son más lo que fueron: soportes profundos. La pintura no existe en la dimensión verdadera de arte, el cine sólo envía mensajes políticos y tecnología de un aburrimiento que al menos yo no aguanto más, y de libros… pues ya lo dije: libros y no literatura, no hay más que engendros. La ignorancia predomina, y la ignorancia es atrevida. Si la ignorancia se junta con la canalla es todavía peor.

El churre, de una violencia inaudita, ha tomado las calles, las más bellas avenidas, golpea, mata, doblega. Destruye respaldado por la gran prensa de mierda, mejor dicho, la gran mierda de prensa. Su polvo miserable tupe el más mínimo resquicio.

Los hechos, al fin, hacen evocar a la Cuba de allá por los años cincuenta, y a aquella prensa norteamericana, regalándole voz al churroso de turno, al bolae’churre que no sólo se ensañó con la pulcritud y la elegancia, además enganchó hisopos en las manos de la alta burguesía habanera y la obligó a limpiar sus propios inodoros de lujo, en aquel momento ya propiedad de los churrosos. Cuando el churroso se cansó de contemplar divertido a la burguesía puliendo a cuatro patas, le sonó la patada por el trasero bien merecida y la zumbó bien lejos, al exilio, ea, a trabajar todavía más para mantenerlos a ellos, mandando desde afuera ayudas y donaciones. Más de sesenta y un años más tarde nada ha variado, y hasta la oposición trabaja a la defensiva y acorde con el plan nauseabundo del bolae’churre.

El churre actúa siempre igual, y los que lo hemos padecido presentimos su hedor a distancia. Toda esa palabrería de indignación baratucha, y ese lanzarse a acaparar plazas y tomar rehenes, esa desazón por tumbar estatuas, por garabatearlas y chorrearlas de pintura roja, con el color de la sangre, no podía traer más que estos lodos.

El churre ha transformado al mejor país del mundo en una cloaca profunda y sombría. Estados Unidos no es más aquel lugar de primeras damas elegantes y patriotas conduciendo el país al máximo de potencialidad de su economía y hacia las libertades que sólo se pueden alcanzar bajo el sistema capitalista. Eso se acabó.

El churre ha empantanado y embarretinado, sacando lo peor: un odio de niños pijos, resentimiento de inmigrantes amamantados por un socialismo rampante, añádanle el miedo de algunos exiliados cubanos a perder sus graciosos y adinerados puestos, que los ha silenciado tal como se callaron en Cuba, tal como entregaron las llaves a sus depredadores y se largaron. O lo que es peor, los ha convertido en auténticos traidores.

Durante cuatro años de presidencia de Donald Trump, ninguna revista ha publicado una imagen de la primera dama, Melania Trump, en portada, siendo una mujer de una belleza incomparable y de una elegancia sin igual. Han seguido, sin embargo, con la cantilena de que la ex primera dama Michelle Obama es la mujer más bonita de ese país y del planeta. Hay que ser ciego o muy cochambroso para imponerle a la gente ese cuentecito socio-racial o sucio-racial, que sólo provoca ira, desprecio y arcadas.

Durante cuatro años se han dedicado a insultar sin ningún tipo de decencia al hijo menor de la pareja presidencial; ah, pero si eso hubiera ocurrido con las hijas de los Obama, el mundo se hubiera caído por su propia pesantez de planeta cundido de idiotas.

Durante cuatro años han insultado y se han burlado de los otros hijos del presidente, y del presidente mismo; y del vicepresidente también, desde una sala de teatro en Broadway, unos actores inmigrantes que en su mayoría en la puñetera vida habrían llegado a pisar el teatro más emporcado de sus propios países con semejante discurso afeado por la envidia y la perversidad.

Durante cuatro años no le han reconocido a Donald Trump el más mínimo esfuerzo, ni su patriotismo. No ha habido más que ataques desproporcionados, enfrentamientos ridículos, no le han dejado respiro. Pero ¿qué esperaban? La costra es así de malvada. La costra, si pudiera matar, lo haría. De hecho, lo hizo ya en numerosas ocasiones. La costra, el churre asesinan sin piedad.

Sería doloroso que un viejo manoseador de niñas, corrupto, ingrato, desmemoriado, y delincuente, ganase la presidencia de Estados Unidos. Aunque es probable que la gane, porque el churre es peor que cualquier plaga, es la plaga por excelencia. Y hasta que alguien no decida terminar de una vez y por todas con el churre, prohibiéndolo de todos los sitios de este desdichado planeta y del sistema del universo entero, el churre no cesará de hundirnos en los peores de los infiernos.

Me he referido a Estados Unidos, pero ya España está perdida, y Francia no tardará en caer.

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