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Zoé Valdés

De bombas y drones

Los Castro han sembrado el mundo de terroristas.

En el año 2003, mientras ocurría la invasión de Irak, el ahora finiquitado Fidel Castro aprovechó para encarcelar a 75 opositores, entre los que se encontraban varios periodistas y bibliotecarios independientes, así como miembros del MCL (Movimiento Cristiano Liberación), además fusiló a tres jóvenes negros que intentaban huir del país. En ese mismo instante yo me encontraba en Tenerife y la TVE me localizó para entrevistarme; una de las preguntas que me hicieron fue qué sentía yo al ver las imágenes de las estatuas de Sadam Husein derrumbadas y destrozadas. Yo respondí que me alegraba mucho, y que ojalá que en Cuba pasara lo mismo, que hacía falta que cayera una bomba en la cabeza del dictador.

Mi respuesta sirvió para que el oportunista y mediocre escritor uruguayo Eduardo Galeano escribiera un artículo titulado "Cuba Duele", en el que me citó para, desde luego, echarme con el rayo a propósito de esa frase. Escribió que yo pedí a gritos en TVE que había que lanzarle una bomba a Fidel Castro en la cabeza. Los que me conocen saben que yo jamás grito, pero a Eduardo Galeano (que en paz no esté) le gustaba mucho mentir, la prueba es que él mismo se arrepintió públicamente de haber escrito ese libro cundido de mentiras: Las venas abiertas de América Latina. Aunque no mintió del todo en esta ocasión. Yo sí dije bien clarito que había que lanzar una bomba en la cabeza del dictador.

Tras la muerte de Fidel Castro y varios artículos míos publicados en los más importantes periódicos franceses, una excorresponsal en Cuba del diario comunista L’Humanité (de las que viven en lujosos apartamentos habaneros y almuerzan y comen como reinas mientras el pueblo cubano se muere de hambre y no tiene dónde alojarse) volvió a sacar de contexto mi frase del bombazo, y añadió armando uno de esos melodramas de francesas frígidas que ella me conoció en Cuba y que hasta me regaló un libro. Bien, yo a ella no la he visto en mi vida, sin embargo, a Eduardo Galeano, así como a Helena, su primera mujer, sí los conocí en la Habana Vieja, en La Bodeguita del Medio, a donde fui invitada a un almuerzo por el que era entonces mi marido, Manuel Pereira. Yo no hablaba, sólo oía. Sabía que para sobrevivir había que pasar por muda. Me bastó oír dos o tres palabras de Galeano para darme cuenta de que lo que andaba buscando este izquierdista en Cuba era arrimarse a los mayimbes (altos dirigentes), y de que a él el pueblo cubano le importaba un pito. Durante años se dedicó a probarlo con creces.

La mayor prueba fue su apoyo sinuoso a los fusilamientos de aquellos tres jóvenes negros con un artículo con el que pretende limpiarse y quedar bien con Dios y con el Diablo.

Hoy recuerdo aquellas palabras mías en la TVE y tomadas por Galeano y por la corresponsal tantos años más tarde para venderme como violenta y hasta como terrorista, yo, que he sido una de las que más ha escrito en contra de todo tipo de terrorismo, y cuando fueron los Castro los que sembraron el terror en Cuba poniendo bombas hasta en cines y tiendas de ropa, cuando han sido los Castro los que han sembrado de terroristas el mundo, cuando han sido los Castro los peores terroristas que ha parido la humanidad.

Bien, rectifico, puesto que la ONU sigue pintada en la pared y se desentiende de los abusos al pueblo cubano, si en aquella ocasión dije que había que lanzar una bomba en la cabeza del dictador, hoy creo que debí decir dos bombas en lugar de una, una en la cabeza de Castro I y otra en la cabeza de Castro II. Y ahora que con los drones se resuelve todo sin ningún tipo de daño colateral, me parece mejor y más contundente. No, no es terrorismo, es ajusticiamiento de tiranos. Acabar con los tiranos habría ahorrado muchas muertes dentro y fuera de Cuba, y Cuba hoy sería otro país, el tirano no hubiera muerto tan tranquilamente en su cama, rodeado de los suyos, a los 90 años, sin haber pagado por los crímenes que cometió.

Hace dos días Raúl Castro hundió, una vez más, otra embarcación que huía hacia Estados Unidos con 32 personas y en la que había niños, ya su hermano y él habían hundido el remolcador Trece de Marzo a inicios de los años noventa, con 73 personas a bordo, murieron 12 niños. ¿Alguien ha protestado por semejante asesinato? Galeano está ahora más silencioso que nunca por razones obvias, está muerto, pero la periodista comunista francesa se ha quedado muy calladita, o seguirá en sus loas orgásmicas al régimen.

Dos drones no, uno para cada miembro de la familia Castro.

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