Su nombre es Cheikh Dieng y su imagen ha poblado las redes sociales tras grabar un vídeo o dos en el que condena la actitud de los manteros senegaleses y los recientes actos de violencia en la parte más céntrica de Barcelona, además de criticar la irresponsabilidad y el pavor del gobierno español, la permisividad de estos actos de excesiva delincuencia.
El señor Dieng se expresa en un excelente idioma español –que es como llaman a este idioma millones de personas en el mundo, "español"–, pese a que también es africano, senegalés, y su lengua materna no es el español de España (además habla francés, por supuesto); destaca su excelente educación, y sobre todo merita subrayar su profundo interés en integrarse en un país que lo ha acogido con respeto y con las mejores intenciones. A lo que –se advierte enseguida– Dieng desea corresponder del mismo modo. Su digna actitud no sólo es de aplaudir, debiera ser también reconocida en las primeras planas de los periódicos más importantes de España y de Europa. Pero no ha sido el caso, pese a que, reitero, sus vídeos se han vuelto virales en las redes sociales.
El periódico El País ha preferido, hasta el momento en que escribo esta tribuna, colocar en su página de bienvenida la noticia de que fue "detenido el ‘histórico’ narco Manuel Charlín…" Un narco es para ellos "histórico". Y así vamos.
Lo que es verdaderamente histórico en los tiempos que corren, en los que sólo los criminales y los marrulleros de todo tipo copan los titulares y dictados más representativos de las noticias, es que un hombre, un señor decente, como Dieng, defiende mejor que nadie, mejor que ningún otro, inclusive mejor que cualquier español, a España; eso sí es histórico y relevante, y es hasta para enmarcar y colgarlo en la salas de las casas, o que cuando se abra Netflix lo primero que salga como patrón de prueba sea el vídeo de Dieng. Aunque me temo que eso no sucederá nunca.
Si yo ahora mismo pudiera, reemplazaría al Ministro de Interior, o al de Exteriores, y hasta al Presidente no electo, por el ciudadano senegalés Dieng, quien ha probado con creces que sabe y se propone defender mejor a España que cualquier otro politiquero de los que nadie ha puesto en el gobierno, pues no han sido elegidos por los ciudadanos, y se han pasado la democracia por el forro.
En cuanto a las imágenes insoportables de estos manteros agrediendo e intentando asesinar a turistas que aportan dinero al país, pueden imaginar lo que pienso. Me disgustan hasta el vómito. Estos manteros, que no son más que vendedores de productos copiados a sus auténticos fabricantes, que mercadean con productos falsos de pésima calidad, que ocupan la ciudad con sus aspectos desagradables y tratan a los paseantes de manera chabacana e irrespetuosa, sobre todo a las mujeres; estos tiparracos debieran ser expulsados de España y de Europa. Los políticos que se dedican a defenderlos y a auparlos de manera populista, como las alcadesas de Madrid y Barcelona, debieran ser juzgadas y condenadas a la cárcel, por incitación al odio y destrucción de la economía y del urbanismo.
En cuanto a Cheikh Dieng, merece ampliamente que se le brinde más protagonismo en la sociedad española y europea, en la prensa internacional, y también no estaría nada mal que ocupara el puesto reservado a los hombres de bien; que desplacen, él y otros como él, a toda esa pandilla de delincuentes de los que tenemos que estar leyendo y oyendo a diario sin que nos aporten nada, como no sea más que pesar, hartazgo y asco. Un profundo asco.
Gracias, señor Dieng, por devolvernos la confianza en los inmigrantes.