Me ha costado entender la democracia y sus vericuetos. Nacer y crecer bajo una tiranía no facilita la comprensión, ni los entresijos que conducen al aprendizaje conforman una vereda florecida y perfumada hacia el riesgo y el triunfo de la sabiduría; resulta dificultoso, aunque lo consigas. Porque cuando se alcanza nos daremos cuenta de que, en lugar de ser creíble, siempre se será cuestionado, y hasta rebatido. Y que de eso se trata.
Entender sólo se puede alcanzar mediante el respeto, el conocimiento, el amor a la libertad y a la cultura de un país, de tu país. Por favor, no confundir cultura con espectáculo. Me refiero a la idiosincrasia que, con la cultura, reafirma la especificidad de los territorios llamados países.
Los partidos políticos debieran estar movidos por el interés primordial de poner en práctica ideas y proyectos que salvaguarden la cultura e idiosincrasia de los países en los que pretenden gobernar; dentro de esa cultura y esa idiosincrasia suponemos inmersos la economía, la salud, la ciencia, la educación y la cultura en su definición más imprecisa y, digamos, estrecha.
Pero esta definición más imprecisa de la cultura no debiera condicionar la política de un país, y es lo que sucede en estos momentos en España. Que ni siquiera la cultura en su estricta significación, la farándula (también es la cultura en su llamado más impreciso) se pone al servicio de una ideología para sacarle tajada, y en un bumerán, esa misma ideología disfrazada de partido político (de izquierdas) también amasa el resultado de este vergonzoso autobombo o lambeteo politiquero. Lo hemos visto una vez más en los Premios Goya, no puede existir espectáculo más insulso y humillante para la verdadera cultura que estos premios sumamente politizados y reiterativos, por no decir aburridos, en un solo marco: el de cantar las loas de los desastres de la izquierda.
Cuando se resbala hacia esa cloaca se deja de ser un partido político al servicio de la construcción de un país para convertirse en el auténtico motor de destrucción y fractura del país y de los intereses del pueblo que vive y trabaja para ese país.
España necesita de partidos políticos que la gobiernen en representación del pueblo español, y no de gentuza ideologizada y barriotera cuya única aspiración es la desmembración de España y su desmoronamiento dentro de Europa y del mundo.
Vox y PP debieran unirse en esa intención de construcción exitosa. Pablo Casado y sus asesores deben tener claro que el pacto con el socialcomunista Gobierno de Pedro Sánchez, donde ya mandan asesinos de ETA, no hará nada bien a España, todo lo contrario. Aunque no sé si el Club Bilderberg le pueda más a estos presumibles gobernantes y partidos políticos que su propio país, para el que tienen que responder, porque un pueblo los ha elegido con sus votos y de ninguna manera están obligados a responder a otros, como no sea al pueblo español, que ha puesto sus esperanzas en ellos. Se llama lealtad y dignidad.
Leer que los recién elegidos por mayoría en Castilla y León, del PP, preferirían aliarse al socialcomunismo de Pedro Sánchez, denominándose todavía de derechas y engañando de tal forma a todo un pueblo, antes que aliarse con Vox, pone en solfa todo lo estudiado sobre democracia y lo vivido dentro de ella (que no es lo que haré, no dudaré de nada de lo estudiado y vivido); o a desconfiar de estos políticos que prefieren destruir su país y ponerlo en las garras del comunismo antes que pensar en el bienestar de todo un pueblo y ajustar lo mayor posible las arandelas para que jamás otro país vuelva a padecer el horror que se padece en Cuba y en Corea del Norte.
No es que dé pena, es que da ira frente a tanta ignorancia, por no llamarlo con todas sus letras: cobardía.