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Vicente Azpitarte

Las máquinas de demolición están entrando en el Bernabéu

El Madrid pasa por una doble reconstrucción que requerirá de una paciencia olvidada por aquellos aficionados que tardaron décadas en ver una Champions.

El Madrid pasa por una doble reconstrucción que requerirá de una paciencia olvidada por aquellos aficionados que tardaron décadas en ver una Champions.
Florentino Pérez y José Ángel Sánchez | Libertad Digital

Dos preguntas: ¿por qué? y ¿ahora qué? El Real Madrid se enfrenta al gran juicio que muchos esperaban y al proceso acelerado de reconstrucción, todo a la vez y con claros tintes de dramatismo y ansiedad.

La peor semana en la historia reciente del Real Madrid se salda con la eliminación de todo: pero no sólo de la Liga, la Copa y la Champions, sino que ahora algunos se encargarán de demoler toda la leyenda que este equipo ha sido capaz de crear en los últimos tiempos.

Este artículo no versará sobre los éxitos blancos y ni tampoco sobre cómo ahora los enemigos del madridismo, de forma lógica, tratarán de aprovechar la situación para eliminar de los libros de historia lo conseguido, pero conviene dejar claro sólo tres ideas (y aseguro que será la última vez que lo haga en estas líneas): nadie ha ganado tanto de forma consecutiva en la historia de la mejor competición del planeta; el Real Madrid es el mejor club de lo que llevamos de Siglo XXI y sólo Florentino Pérez se acerca a la leyenda de Bernabéu. Dicho esto, vamos con lo que ha ocurrido y lo que está por venir.

¿Por qué?

La cadena de despropósitos y errores arranca tras la final de Kiev con las decisiones de Cristiano Ronaldo y Zinedine Zidane de abandonar el Real Madrid. La mala relación entre el jugador y el presidente provocó que el luso se creyera por encima de la institución, llegando a anunciar en plena celebración de la decimotercera que podría estar ante su final en el club blanco. Pero que no nos engañen sus goles en un fútbol menor como el italiano porque Cristiano no hubiera dado el nivel exigido ni en la producción ni en la presión, aunque sí como líder en el terreno de juego tirando del carro, por ejemplo, ante un 0-2 del Ajax en el minuto 20. Eso sí que lo ha echado claramente de menos esta plantilla. Por lo tanto, Florentino hizo bien en dejarle salir pero no en despreciar el hueco que dejaba.

El técnico francés también se creyó más grande que el Madrid y no solo decidió su futuro de forma unilateral sino que hipotecó el del club al anunciarlo sin recambio a la vista. El egoísmo de Zidane maniató a la institución y el resultado no pudo ser peor: Julen Lopetegui llegó de la peor forma posible. Del desastre producido por el exseleccionador español será mejor ni hablar.

La maldita ansiedad

Las decisiones en los fichajes tampoco ayudaron. Y en concreto una: la de un posible delantero que asegurara olfato. Florentino Pérez está convencido de que la reconstrucción pasa por adelantarse al resto de grandes en el fichaje de futuras estrellas pero eso requiere de una paciencia que no existe en el madridismo. De los 32 años sin ver al Real Madrid ganar una Champions muchos han pasado a la necesidad de ver a los blancos levantando la orejona cada doce meses. Y eso es un absurdo que comprenderán cuando pasen los años y el Madrid gane las copas de Europa de forma salpicada.

Pero volviendo a la planificación: reconstruir una plantilla en pleno ciclo ganador es una quimera en el deporte de élite. La madurez a la que había llegado este grupo en pleno ciclo victorioso no puede ser igualada por mucho talento que alberguen Vinicius, Reguilón, Ceballos, Odriozola, Rodrygo o incluso Asensio e Isco. Estos jugadores están llamados a ser importantes en el fútbol mundial, pero cuando llegue su turno. Sin embargo el momento de Ramos, Cristiano, Benzema, Kroos, Bale, Marcelo e incluso Modric, ha pasado. Pero ni se pueden ir todos a la calle, ni puedes dejarlo todo en manos de los que están por llegar, de ahí que haya un proceso lógico de transición entre que el Madrid se desviste y se vuelve a vestir. Y esos años, porque no son meses, serán años en los que el madridismo tendrá que conformarse con títulos menores mientras la institución termina de reconstruir al proyecto ganador.

Sin embargo, entre las piezas de futuro sorprende ver la ausencia de nombres en una posición clave. Los blancos tienen resuelto su futuro con laterales como Odriozola y Reguilón, el centro de la zaga con Nacho o Varane, el centro del campo con Ceballos, Asensio, Llorente e Isco, las bandas con Vinicius y Rodrygo, pero, ¿y el delantero? ¿Dónde está el delantero de futuro que sustente con goles el proyecto futuro? Y ahí radica el principal error en la planificación, porque ni los blancos se lanzaron a por un gran parche como hubiera sido Lewandowski, ni sabemos cuál va a ser el delantero centro que lidere a esa enorme hornada de jugadores. Parte de la desesperanza blanca radica en que este año no han tenido ni un delantero goleador ni la ilusión por uno futuro.

¿Y ahora qué?

La principal decisión que tomarán los dirigentes blancos a corto plazo pasa por el banquillo: mantener a Solari hasta final de temporada o despedirle ante otro tropiezo liguero que demuestre su imposibilidad para seguir al frente del equipo. Pero con respecto a Solari solo falta saber el cuándo, porque el dónde todos lo tenemos claro. Solari no estará en el banquillo del Real Madrid cuando arranque la próxima temporada.

José Mourinho no ha sido una opción para Florentino Pérez durante los últimos años. De forma recurrente, su nombre se ha utilizado pero por los intereses de su entorno o los que añoran sus formas. Sin embargo, hoy su opción está más viva porque, ante un posible despido de Solari, en el panorama europeo sólo él está capacitado para dirigir un transatlántico de este tamaño. Quizá podrían contemplar a Conte, pero el enorme desacuerdo tras la marcha de Lopetegui dificultaría su llegada.

Aunque si Florentino mantuviera a Solari hasta final de temporada, las opciones de otros entrenadores crecen. Ninguna operación será fácil y quizá veamos el mayor fichaje que hayamos visto jamás en cuanto a un entrenador se refiere, pero el camino pasa por las rupturas de contrato de Pochettino o Allegri. El italiano puede perder ante el Atlético su último tren por ganar la Champions con la Juve y podría necesitar un reto como el blanco, pero le quedará otro año más de contrato. El argentino tampoco lo va a tener fácil, renovó el verano pasado con los spurs, sabemos que su dueño es el tipo que más dificulta, junto con Lendoiro, una operación y los londinenses se acaban de meter en cuartos. Así que el próximo entrenador blanco podría tener precio de galáctico.

Relaño y el estadio Santiago Bernabéu

Esta es la otra gran clave que falta por analizar en este artículo, porque ante la continua intoxicación que a diario realiza desde las páginas del diario As su director Alfredo Relaño, toca poner de una vez por todas negro sobre blanco.

El Bernabéu necesita un cambio. Todos los grandes equipos de Europa tienen un estadio nuevo o están en proceso de remodelar los suyos. Incluido el Barcelona. Y por mucho que Relaño se empeñe en justificar el enorme fracaso de esta temporada con las decisiones en torno al estadio, las cuentas no le pueden salir. Por tres motivos principalmente: el Madrid no ha ahorrado tanto como dice alegremente el periodista ya que, sin ir más lejos, los blancos fueron el equipo que más gastó en el último periodo estival de fichajes (145 millones por los 120 de Barcelona, Valencia y Atlético), porque los presupuestos del futuro inmediato pasan por mayores ingresos del estadio (inviables en este momento) y porque si tienes que acometer una inversión así por obligación, lo lógico es hacerla cuando estás ganando y no cuando llevas una década sin ganar.

Por lo tanto, el futuro del Madrid pasa por una doble reconstrucción: la de la plantilla y la del Bernabéu, pero ambas requerirán de una paciencia olvidada por aquellos aficionados que tardaron tres décadas en ver una Champions. No se construye un equipo de leyenda en doce meses, ni se remodela el estadio que te permitirá seguir liderando los resultados económicos del futuro sin inversión.

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