Son ya demasiados los partidos de esta temporada en los que los árbitros se convierten en tristes protagonistas. Hay ocasiones en las que merece la pena pagar la entrada por ver la esperpéntica toma de decisiones de algunos colegiados que, acuciados por la enorme presión que reciben, se dejan caer en los brazos de la ineptitud.
Por todo ello, y ante la vergüenza que sentían sus rectores, el Comité de Árbitros decidió crear una nevera en la que introducir a aquellos que por el ridículo de sus actuaciones debían ser descatalogados durante unas semanas. Pero el resultado es peor: árbitros que alimentan sus temores e inseguridades tras tres o cuatro semanas viendo partidos desde su casa y que vuelven a los terrenos de juego con más presión y ansiedad. Ayza Gámez, aquel que dijo ver en San Mamés y con Cristiano lo que no ocurrió, aunque después sí lo observó en su cabeza, pasó por la nevera, pero su vanidad le obligó a pecar y esta semana, en Almería, la volvió a liar. Tres penaltis incorrectamente pitados y un gol mal anulado le deberían valer el pase de vuelta a la nevera.
La temporada 2013-14 podría pasar a la historia de nuestro fútbol como una de las más igualadas y apasionantes. La lucha por el título y por las plazas que dan el pase a Europa o el drama por el descenso se antojan batallas encarnizadas hasta la última jornada... si el nefasto nivel arbitral de la Liga BBVA no lo impide. Cada semana son más los árbitros que saltan al primer plano mediático por sus malas actuaciones, y entre los que se van a la nevera y los que ya no pitarán a según qué equipos cada jornada quedan menos posibilidades de hacer un reparto ecuánime de los colegiados.