Discrepar también es no estar de acuerdo en la forma en que se está planteando la consulta en Cataluña. Es muy curioso porque a pesar de que la consulta, como tal, no existe legalmente se da por hecho que sí existe, y el objeto de discusión radica, en el mejor de los casos, en que Societat Civil Catalana haga campaña por el no a la independencia.
La ley de consultas, en fase de tramitación en el Parlament de Cataluña para dar cuerpo a la misma, no está todavía aprobada. Asimismo, el Tribunal Constitucional, en relación a la Declaración de Soberanía y del Derecho a Decidir del Pueblo de Cataluña de 2013, dejó bien claro que el pueblo catalán no es soberano. Por tanto, eliminaba al sujeto titular que podría ejercer ese confuso dret a decidir.
Desde una perspectiva más internacionalista ya expliqué que si la consulta se acaba legalizando con las preguntas pactadas por los partidos que votaron a favor de la declaración de 2013, los catalanes contrarios al proceso secesionista partiremos con una clara desventaja y no jugaremos en igualdad de condiciones.
Así, el intrascendente hecho de que sólo los catalanes acudamos a las urnas para responder a la pregunta de si queremos que Cataluña sea un Estado independiente significa que asumimos, como colectivo, que Cataluña es un sujeto político, distinto a España, que tiene derecho a decidir su independencia. No importa si gana el no. Con nuestro voto podríamos consolidar un derecho de autodeterminación que aún no tenemos. El Consell Assessor per a la Transició Nacional, en su primer informe, apunta en esta dirección:
Un plebiscito sobre la independencia, dejando de lado su resultado, sitúa a Cataluña ante los actores internacionales como un sujeto político con capacidad para tomar decisiones propias y diferenciadas. El proceso de la consulta, por tanto, independientemente de su resultado, tiene para Cataluña una externalidad positiva en términos de política exterior.
Y así también, me temo, lo va a entender la comunidad internacional.
Como pueden imaginar, no me gustaría que mi voto contribuyera a consolidar esta situación, que me parece, además, muy desleal con el resto de la ciudadanía española, titular, sin ningún género de dudas, de la soberanía.
Votar es normal, claro que sí, lo venimos haciendo desde hace muchos años. Lo que no me parece normal es que el próximo 9 de noviembre votemos en las condiciones que nos están anunciando. ¿Se puede discrepar de todo el proceso secesionista y seguir siendo catalana? De momento, sí. ¿Es democrático? Sí. ¿O ya no?
Susana Beltrán, vicepresidenta de Societat Civil Catalana y profesora de Derecho Internacional Público en la Universidad Autónoma de Barcelona.