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Santiago Navajas

Un Tribunal de Núremberg para los comunistas

Ojalá pueda celebrarse la continuación del juicio contra el totalitarismo que empezó en Núremberg y que puede tener su próxima sede en La Habana.

Ojalá pueda celebrarse la continuación del juicio contra el totalitarismo que empezó en Núremberg y que puede tener su próxima sede en La Habana.
Un integrante de las brigadas especiales del régimen castrista observa a los manifestantes. | EFE

Veo un documental, en la plataforma digital Filmin, sobre la caída del Telón de Acero en Hungría al tiempo que me llega información a través de Twitter de las protestas en Cuba contra la dictadura de Díaz-Canel, el heredero político de los sátrapas Castro. Se llama la película 1989 y muestra cómo la casta criminal comunista, valga la redundancia, fue cediendo espacio gracias a la lucidez y valentía de tecnócratas como Miklós Neméth, que se aprovechó de la Perestroika de Gorbachov para enfrentarse a elefantes totalitarios como el rumano Ceaucescu y el alemán Honecker sin ser asesinado como su predecesor Imre Nagy, que terminó ahorcado. Me viene a la memoria la fotografía que se hizo el ridículo ministro de consumo de Pedro Sánchez, el comunista Alberto Garzón, cocinando con un chándal de la RDA.

Por cierto, al momento de escribir estas líneas Garzón no ha dicho nada de las protestas contra el régimen que tanto ama, un sistema político en el que no se come mucha carne, como defiende el ministro, pero tampoco mucho de nada. Casi mejor que no haya dicho nada –como Irene Montero o Íñigo Errejón– porque lo que les saldría del alma sería algo semejante a la ignominia que ha perpetrado el dirigente de Facua, Rubén Sánchez:

Es revelador que en el Parlamento español casi todos los diputados, ¡y diputadas!, de izquierda sufran en la intimidad porque su idealizada y mitificada, sangrienta y tiránica revolución socialista pueda tener los días contados.

En la caída de las dictaduras comunistas europeas fue fundamental el apoyo de Juan Pablo II, un polaco que las había sufrido, a los libertadores. Pero el papa Francisco, argentino, está muy lejos de ser una esperanza de denuncia del populismo que asola Hispanoamérica. El Papa peronista está más cerca del espíritu opresor de los populistas de todos los partidos que de los que, como Yoani Sánchez, consiguen sobrevivir en Cuba denunciando el sistema policial:

Que los comunistas cubanos no hayan acabado todavía como los húngaros es en gran parte responsabilidad de la izquierda española, que los ha apoyado moral y diplomáticamente. Una izquierda con un pasado tenebroso del que no solo no pide perdón y muestra arrepentimiento sino que lo jalea y celebra: Rodríguez Zapatero, lacayo posmoderno de Maduro, reivindicó a Álvarez del Vayo, criminal socialista durante la Guerra Civil, y Sánchez ha hecho lo propio con el leninista y marioneta de los soviéticos Largo Caballero.

En el siglo XXI tenemos que resolver un problema que quedó sin solventar en el XX: hacer un Tribunal de Núremberg a los comunistas. Tras la derrota del nazismo tuvimos que entregar la mitad del mundo a los totalitarios de izquierda, Realpolitik mediante, y contemplamos horrorizados e impotentes cómo mataban y esclavizaban a millones de personas. Ojalá, como decía, en el siglo XXI pueda celebrarse la continuación del juicio contra el totalitarismo que empezó en Núremberg y que puede tener su próxima sede en La Habana.

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