El pasado día 19 se estrenó en España Silenciados (cuando los maltratados son ellos). En principio estaba previsto que participara en la sección oficial del Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona. Pero a principios de mes el tuitero de extrema izquierda Hibai Arbide Aza (@Hibai, más de 50.000 seguidores) escribió un tuit con el que pedía la censura contra el documental:
Montar un festival de derechos humanos y dar voz al discurso de los maltratadores. Qué vergüencita.
Por supuesto, alguien como Hibai, que cree que "menos de cinco contradicciones es dogmatismo" según su perfil de Twitter, se apunta a la "tolerancia represiva" que demandaba el filósofo marxista-freudiano Herbert Marcuse para acallar toda disensión y debate sobre los dogmas del adoctrinamiento políticamente correcto. También ha subido Arbide Aza el vídeo de Aamer Rahmen, un extremista que justifica el uso de la violencia política. Si por fascismo entendemos lo que hacen los que creen que la violencia es legítima cuando la practican los suyos, entonces no cabe duda de que tanto Arbide como Rahmen son fascistas de izquierdas, expresión que cada vez más no es una contradicción sino una redundancia.
La proyección del documental coincidía con el Día del Hombre (ignoraba que existía tal día, aunque en la actualidad hay una fecha para reivindicaciones de todo tipo). Ante las críticas del feminismo de género, el festival sacó el documental de la sección principal, aunque concedió que se proyectase otro día. Otro fascista de izquierdas, en este caso en su vertiente de género, Ana I. Bernal-Triviño, que anima a acabar con el Estado de Derecho en nombre del feminismo radical, se unió al movimiento de censura contra el documental:
Mucho DDHH pero ni sabéis de ello. De conocer (mínimo) el Convenio de Estambul sobre Violencias contra la Mujer ese documental no se emitiría.
Que un Festival sobre Derechos Humanos se someta a los intolerantes, que fomentan la erradicación del derecho a la libertad de expresión, debe de ser una de esas contradicciones que cabalga la extrema izquierda en nombre de la coherencia de la hegemonía del núcleo irradiador, que diría el inefable Errejón. A más claridad, menos impostura.
Pero, más allá de la desagradable ocultación del documental, tenemos que hacer explícita la agenda filosófica que subyace a este enésimo ataque a la razón en nombre, esta vez, del feminismo posmoderno. Cuando se estrenó Yo te saludo, María, de Jean Luc Godard, tuvimos que soportar el acoso de grupos extremistas cristianos. Ahora, con el documental Silenciados hay que aguantar el fanatismo del feminismo de género y demás sectas de ultraizquierda. A más ideas, menos consignas.
La propuesta de Arbide Haza empareja también a la izquierda con el macartismo. El gran pecado del documental es ser crítico con la Ley de Violencia de Género por no amparar a la totalidad de víctimas de maltrato. Este macartismo de la extrema izquierda es el reflejo especular del original de la extrema derecha norteamericana: censura, intimidación, intolerancia. Cuando el discurso se considera un arma con el que agredir a los que opinan diferente, en lugar de una herramienta de conocimiento y comunicación de individuos libres, nos encontramos con que a más Lenin, menos Voltaire.
El Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona no solo se suma a la censura que se ejerce sobre documentales políticamente incorrectos, sino que da su apoyo a los golpistas catalanistas y ataca al Estado de Derecho calificando a dichos sediciosos y rebeldes de "presos políticos". Es lo que tiene preferir subvenciones de Puigdemont y de Colau a la independencia (la legítima de índole moral, no la bastarda de la DUI). Aunque de la misma manera que se critica al Festival de Derechos Humanos de Barcelona por no apoyar lo suficiente a un documental crítico con la Ley de Violencia de Género hay que aplaudir su compromiso con el feminismo laico contra las amenazas islamistas. A más debates, menos escraches.
Finalmente, el documental se proyectó fuera de la sección oficial, aunque sus autores y los espectadores fueron acosados por un grupo de feministas radicales que gritaban "Ni piernas, ni brazos, machotes a pedazos", ante la pasividad de los Mossos y la Guardia Urbana. Pero tenemos que denunciar la campaña progresiva de la izquierda mediática contra la libertad de expresión. Es necesario que defendamos el debate, la crítica, la sátira contra los que pretenden limitarlos en nombre de los sentimientos heridos y la vulnerabilidad hipertrofiada. Un discurso puede ser considerado ofensivo, y de hecho serlo, sin vulnerar los derechos de nadie. Quizá determinadas palabras e ideas nos hieran, pero, dado que el fundamento de una sociedad abierta es la calidad de las ideas expuestas, y su potencial para abrir la caja de las convenciones establecidas, el precio por el daño emocional y la humillación de ver nuestras ideas derrotadas habrá valido la pena. A más Sócrates, menos Stalin.
Por último, la clave de la democracia liberal reside en poder derribar al Gobierno, incluso cambiar el sistema, sin derramamiento de sangre. Para ello es esencial que sea posible criticar las políticas y no dejar que el pensamiento único se haga con todo el sistema educativo, mediático y judicial. A más crítica, menos adoctrinamiento.