En El Mundo las colaboraciones de Arcadi Espada deberían llevar una recomendación o advertencia al modo de las cajetillas de tabaco o South Park:
La dirección del periódico advierte de que esta columna pueda aumentar su nivel cultural, su inteligencia y su presión arterial. Si es usted un analfabeto funcional, un ofendido a tiempo completo o aspira a una subvención vitalicia por su supuesta condición de víctima imaginaria, le recomendamos no leer.
Entre los que deberían abstenerse de leer las siempre brillantes y polémicas intervenciones de Espada están algunos de los redactores del mismo periódico en el que escribe, que han publicado una carta en la que afirman:
Los trabajadores y trabajadoras (...) expresamos nuestro rechazo a que nuestro periódico haya sido utilizado por este columnista para difundir frases homófobas (...) hay líneas rojas que no se pueden traspasar y Arcadi Espada las ha traspasado con sus palabras homófobas y groseras.
Pero ¿qué ha dicho Espada para que se haya soliviantado buena parte de los periodistos y las periodistas (no es una errata, estimado lector) de El Mundo? En su comentario al desencuentro dialéctico entre Aznar y Rufián, el articulista en cuestión y cuestionado escribió:
Aznar se equivocó con Rufián. A Rufián hay que contestarle en sede parlamentaria diciéndole: "La polla, mariconazo, cómo prefieres comérmela: de un golpe o por tiempos?", mientras uno va sonriéndose delicadamente en su cara. Pero si se opta por la no significación entonces hay que negarse a responder al gamberrete hasta que aprenda a no comerse los mocos en público.
Hagamos aquí un breve inciso sobre hermenéutica. Mi musicólogo favorito es Susan McClary, que, por ejemplo, cuando escucha la Cuarta sinfonía de Tchaikovski interpreta que trata sobre un homosexual reprimido que, agobiado por las exigencias de su padre para que se haga funcionario y un tipo convencional, cuando lo que él quiere es ser músico y vivir la vida loca, se ve atrapado en una relación con una señora y el temario de oposiciones. ¿Han escuchado últimamente dicha sinfonía? Convendrán conmigo en que la interpretación de McClary es, siendo benevolentes, sumamente imaginativa, exactamente al borde del delirium tremens. Todavía más ocurrente resulta cuando se pone a interpretar la Novena sinfonía de Beethoven, en la que atisba las ¡fantasías asesinas de un violador! Desde que leí la interpretación de la musicóloga feminista no puedo evitar sentirme incómodo cuando el barítono canta "Freude! Freude!" ("Alegría, alegría!"), por lo bien que se lo está pasando el (presunto) violador. Y encima el público, ignorante del machismo y la misoginia del heteropatriarcal compositor protonazi, aplaude...
Volvamos de Beethoven a Arcadi Espada. ¿Quién será la Susan McClary que se esconde tras los abajo firmantes de la anónima carta inquisitorial, por censora y beata, contra Arcadi Espada? Ni idea. Pero Lucía Méndez ha escrito un tuit en su calidad de abadesa del convento, digo de veterana colaboradora del periódico:
EL MUNDO cumplirá pronto 29 años. Su abnegada redacción, a la que pertenezco desde el primer día, mantiene el espíritu crítico. Los periodistas de EM queremos al diario. Por eso hemos criticado por escrito la obvia grosería de un colaborador. Por la dignidad del periódico.
— Lucía Méndez Prada (@LuciaMendezEM) September 22, 2018
Últimamente, cada vez que leo o escucho la palabra dignidad, sospecho que algún obispo y/o alguna ministra socialista van a proponer prohibir algo... Aparte de la grosería, esa sí, de arrogarse hablar en nombre de todos los periodistas de El Mundo, Méndez incurre en dos de los pecados que mencionaba antes, el analfabetismo funcional y el ofendidismo crónico. Porque la presunta grosería de Espada solo puede ser calificada de obvia por alguien que todavía crea que es evidente que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra. Lo que hace Espada, a través del estilo indirecto, es usar una expresión vejatoria típica de Rufián para criticar el habitual estilo parlamentario del diputado que lleva fotocopiadoras al hemiciclo y se expresa como si estuviera en la barra de un burdel de carretera, tomándose un cubata de garrafón con un palillo entre los dientes. En primero de bachillerato explican que cultura significa ponerse en el nivel del discurso de la persona con la que se habla. Por ejemplo, a Lucía Méndez hay que recomendarle libros de Paulo Coelho o Paul Auster pero no de Steven Pinker o Laurent Binet. Ustedes entienden… (y no, no les estoy llamando mariconazos implícitamente. Lo que además no tendría mayor importancia porque los andaluces usamos monstruo, hijoputa, cabronazo y términos semejantes sin ánimo peyorativo, todo lo contrario. A la guapísima bailaora Encarnación Peña la llamamos, por ejemplo, la Contrahecha).
Que una asociación denominada Agita el Culo Marica haya denunciado a Arcadi Espada por usar el término mariconazo resulta un tanto paradójico. Porque más bien deberían darle las gracias por dar a conocer su lucha a favor de los derechos de la comunidad LGTBQA+. Pero estos pertenecen a la tercera categoría que mencioné: los buscadores de subvenciones vitalicias al presentarse como víctimas imaginarias.