Se ha hecho famoso el filósofo vienés Karl Popper a raíz de que el presentador Jorge Javier Vázquez censurara en su programa las denuncias contra la gestión que ha hecho el Gobierno socialista de la pandemia. Según Vázquez, acallar las críticas a Pedro Sánchez obedece a un propósito bienintencionado: no dar alas a la extrema derecha y al fascismo.
En las redes sociales algunos apoyaron a Vázquez sacando a colación la paradoja de la tolerancia que expuso Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos. Popper –que conocía de primera mano el totalitarismo de comunistas y fascistas, así como la fragilidad de una democracia liberal que no tuviese herramientas para defenderse de los asaltos contra ella– explicó que había que ser intolerantes con los que practican la intolerancia mediante la violencia. Como el fascismo y el comunismo habían defendido que la violencia es un método legítimo para conquistar el poder, podrían ser cancelados en cuanto pasasen a practicar el terrorismo o la insurrección callejera. Sin embargo, aclaraba Popper, todas las ideologías pueden ser defendidas si su herramienta para conquistar el poder se dirime en el plano de la argumentación y el discurso.
Por tanto, Popper no apoyaría la censura que ha decretado Vázquez contra todos los que no están de acuerdo con su posicionamiento de "rojo y maricón". Sin embargo, en un giro argumental inesperado para Vázquez, Popper sí que apoyaría que Vázquez fuese eliminado de la parrilla televisiva. Porque el pensador austríaco era especialmente sensible al modo en que los medios de comunicación de masas pueden contribuir a la manipulación a través de la propaganda y la expansión del odio. Popper conocía cómo el sobrino de Freud, Edward Bernays, había aplicado los principios de la psicología del inconsciente para conseguir modelar a las masas según los intereses empresariales, lo que habían hecho en el plano político Goebbels para los nazis y Münzenberg para los comunistas.
Popper advertía de la televisión como una herramienta política poderosísima con un efecto educativo crucial en la conformación ideológica y moral del pueblo (en dos textos fundamentalmente, Contra la televisión (1993) y Una patente para producir televisión (1994)). Popper denunciaba que tal herramienta política podía tener un efecto corrosivo tanto en las creencias factuales como en las opiniones políticas de los que se sentaban ante ella, anestesiados pasivamente ante su impacto hipnótico. Para Popper, es legítimo y crucial un control y regulación de los medios de comunicación para garantizar que no se dé cancha a mamporreros políticos y matones ideológicos que, bajo el sofisma de las audiencias, producen un entorno social tóxico alimentado de chabacanería y demagogia. Así que, paradójicamente, Popper no propondría silenciar a fascistas (ni a comunistas) sino a quienes, como Jorge Javier Vázquez, no respetan la ética de los medios de comunicación en un sistema democrático.
Sirva todo esto para evidenciar cuál es la postura de Popper, partidario de una sociedad abierta al que repelían los abusos perpetrados por doctrinarios fascistoides como Vázquez. Ahora bien, a pesar de las protestas de Popper, podemos confiar en que esa feria de vanidades e ignorancia que caracteriza los programas de Vázquez termine siendo depurada por la propia audiencia, ya que una vez se abre la puerta de la censura es muy difícil cerrarla. Otra cosa bien diferente, claro, es que Vázquez sea nombrado ministro de Cultura por Pedro Sánchez, desde donde podría dar rienda suelta a todo su sectarismo; aunque, lamentablemente para él, no podrá hacer callar a los parlamentarios como hace ahora con sus contertulios.