El Orgullo Gay de Madrid 2019 será recordado con vergüenza porque una izquierda sectaria y muy organizada, de ministros a periodistas, ha empujado a Ciudadanos, con violencia física e intimidación verbal, a encerrarse en el armario político. La misma izquierda que mató a Reinaldo Arenas. Cuando el poeta cubano se suicidó, tras haber sido perseguido por el régimen castrista debido a su homosexualidad, dejó una carta que hoy parece destinada a los vituperados correligionarios de Rivera, porque se centraba en dos valores claves en tiempos de oscuridad: libertad y esperanza.
Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión [el suicidio]. Solo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país. Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre, yo ya lo soy.
El escrache contra Ciudadanos en la manifestación por el Orgullo Gay ha tenido como excusa a Vox pero habría valido cualquier pretexto. La instrumentalización y el secuestro del movimiento LGTBI por la extrema izquierda en el mundo entero es un hecho. La bandera arcoíris se ha teñido por completo de rojo soviético. Se repite el mantra de la "tolerancia cero" contra los presuntamente intolerantes. Pero como en el caso de los antifascistas contra los supuestamente fascistas, de lo que se trata es de justificar la violencia de extrema izquierda como medio para alcanzar un fin que se vende como noble.
La izquierda tiene un problema mucho mayor con la violencia que la derecha. Mientras que solo la ultraderecha ha justificado el acoso y la agresión, pensadores socialistas muy respetados la han legitimado. Herbert Marcuse, el más influyente pensador izquierdista sobre la tolerancia, justificaba la "violencia revolucionaria" de la izquierda, frente a pensadores liberales como Rawls, que criticaban la violencia viniera de donde viniera y que defendían que solo cabía realizarla en legítima defensa. En su obra Teoría de la Justicia, Rawls trata el problema de cuándo ser intolerante y deja claro que en el liberalismo solo cabe la intolerancia cuando hay un peligro cierto e inminente contra la propia seguridad. Siguiendo esa máxima, está más cerca de la prohibición la Federación Estatal LGTB, que ha culpabilizado a Ciudadanos de las agresiones que ha sufrido, que el mencionado Vox, cuyo número de altercados y asaltos a gais ronda aproximadamente el número cero.
El problema fundamental de la izquierda es su famosa superioridad, moral y epistemológica, que le lleva a creerse por encima de la falsa conciencia que nos tiene a los demás alienados. De ahí su tendencia al paternalismo y a la violencia buena, por medio de la cual nos obligará a ser libres. En su momento usaron la buena fe de los antifascistas para promover las dictaduras comunistas y socavar las democracias liberales. Hoy usan la parecida buena voluntad de feministas y organizaciones LGTBI con propósitos igualmente totalitarios, únicamente cambiando la lucha de clases por la lucha de géneros.
Es sintomático que un ministro socialista como Grande-Marlaska, que ha hecho bandera de su condición homosexual, al tiempo que aguantaba impertérrito que una compañera de Gobierno se burlase injuriosamente de su orientación sexual, haya aceptado convertirse en el comisario inquisitorial contra Ciudadanos, haciéndole perder al movimiento arcoíris toda la dignidad al ponerlo al servicio de intereses partidistas.
Contra lo que soñaba Reinaldo Arenas, Cuba sigue sin ser libre, al continuar la dictadura comunista. Pero es que España lo es un poco menos, cada día que pasa con los socialistas en el poder. Necesitamos que los más orgullosos gais se rebelen contra el prejuicio totalitario de izquierdas que trata de meterlos no en un armario sino en un gulag ideológico.